Seguramente, a día de hoy el interés por el análisis espacial no precise de demasiadas justificaciones como posible herramienta epistemológica en el campo de las ciencias sociales. En cambio, resulta algo más problemático citar a un autor como Carl Schmitt -tanto por sus ideas políticas como por su trayectoria vital- y reivindicarlo como pionero de ese mismo marco analítico.
Modificando los significados del espacio recorrido, el acto de caminar ha sido la primera acción estética que ha penetrado en los territorios del caos construyendo un nuevo orden en el que se ha desarrollado la arquitectura de los objetos firmes.[1]
Posiblemente, fue en la década de los 70 cuando la famosa frase de Adorno se retome de la manera más escandalosa posible. Si después de Auschwitz era pertinente replantearse el arte, tres décadas más tarde será el momento de hacerlo de forma retroactiva a través de la ambigua mirada a ese mismo horror de campos de concentración y humeantes chimeneas. Los hijos de la posguerra ya no lamentan un pasado que no es el suyo; de lo que se trata es de usarlo como coartada para cuestionar lo que realmente importa: el presente.
Existe una imagen del médico y filósofo Sexto Empírico en la que vemos su impecable perfil inscrito en una circunferencia a modo de esas efigies con voluntad de perduración numismática; su prominente nariz, sus desordenados rizos, o su aristocrática barba no llaman más la atención que otros tantos perfiles de línea clásica que se encuentran en grabados o ilustraciones de viejos libros.
Quero dizer minha palavra aos desprezadores do corpo. Não devem, a meu ver, mudar o que aprenderam ou ensinaram, mas, apenas, dizer adeus ao seu corpo - e, destarte, emudecer. 'Eu sou corpo e alma' - assim fala a criança. E por que não se deveria falar como as crianças? (...). O corpo é uma grande razão, uma multiplicidade com um único sentido, uma guerra e uma paz, um rebanho e um pastor...[1]