El término Realidad Virtual (RV) comporta en sí mismo la paradoja que opone lo real a lo posible, lo virtual a lo actual. Sin embargo, más allá de lo conflictivo de su denominación, diversas experiencias que se sitúan entre lo experimental, científico y artístico, emplean este recurso con frecuencia.
Parece haber cierto consenso, dentro del contexto local, de que hoy el arte debe producirse bajo los mismos protocolos que rigen cualquier otra actividad profesional: pensar un proyecto, delimitarlo, presupuestarlo, diseñar un plan de trabajo asequible y convocar discursos especializados que funcionen como garantes del dinero que va a ser invertido.