Posiblemente, fue en la década de los 70 cuando la famosa frase de Adorno se retome de la manera más escandalosa posible. Si después de Auschwitz era pertinente replantearse el arte, tres décadas más tarde será el momento de hacerlo de forma retroactiva a través de la ambigua mirada a ese mismo horror de campos de concentración y humeantes chimeneas. Los hijos de la posguerra ya no lamentan un pasado que no es el suyo; de lo que se trata es de usarlo como coartada para cuestionar lo que realmente importa: el presente.
Como es sabido, en determinados grupúsculos de los 60 se produjo una peculiar amalgama ideológica de filosofía a la carta y una pasión cuasi patológica por las nuevas tecnologías. Era este un terreno propicio para que se consolidara una especie de sincretismo contracultural -la new age- que más tarde se convertiría en una etiqueta de éxito; como por entonces proclamaba el horrendo musical de moda, la era de Acuario estaba al caer.
José Luis Brea en su texto de presentación a lo que define una pequeña historia del net art escribe: "nos interesan del net.art especialmente dos cualidades de ‘resistencia' muy específicas: su inasequibilidad para las economías de comercio, de mercancía, (y su consiguiente potencia para desarrollarse de modo reluctante al asentamiento de un mercado en su entorno) y su inadecuación para plegarse a las estrategias asentadas de exposición, de carácter ‘espacializado' en última instancia.
Las últimas evoluciones en el campo de la tecnología de Internet han dado forma a la que se considera la nueva era de la Red, una segunda época a la que se conoce con el nombre de Web 2.0.