“El poder es el subproducto más refinado del petróleo”, decía no hace mucho un periodista en una tertulia televisiva. Y no le faltaba razón, considerando que el petróleo no es sólo el combustible que mueve los motores de nuestras máquinas, sino también el carburante que mueve, desde la Revolución Industrial, los engranajes económicos y políticos del mundo.