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La relación entre el artista* y el dinero siempre ha sido una cuestión. Mientras la mayoría de las personas trabajan para ganar dinero, el artista gana dinero para trabajar. Esa lógica invertida provoca un "ruido" en el sistema capitalista.
El lugar del artista en la sociedad es transitorio y móvil, y se ajusta en función de las circunstancias sociales y económicas de cada época. El circuito y el mercado de arte se deslizan por estas trayectorias.
En el trabajo artístico la relación con el tiempo también es diferente. Es necesario tiempo para pensar y producir, por lo que, en este caso, se lleva la contraria a la máxima capitalista. Aquí, tiempo no es dinero.
En el contexto brasileño, las convocatorias públicas surgieron como alternativas a la alta demanda de producción artística. La política de convocatorias fue lanzada con la gestión cultural del ministro Gilberto Gil (2003-2008). El fomento de las convocatorias, los "puntos de cultura" y los incentivos a la producción audiovisual fueron algunas iniciativas importantes para estimular la diversidad cultural del país.
Actualmente, existen convocatorias públicas -federales, estatales y municipales-, y otras promovidas por instituciones privadas. La lógica de las convocatorias funciona como intento de concretar proyectos que muchas veces no salen del papel por falta de financiación.
Dificilmente, sin embargo, se sobrevive con el apoyo de las convocatorias. La supervivencia básica del artista, en general, viene de otro lugar. Las convocatorias tienen un carácter de juego. El artista se inscribe adecuándose a cada norma de inscripción y no siempre gana. Lo que puede producir cansancio. Pero a pesar de las incertezas, las convocatorias son fundamentales para la realización de proyectos que requieren producción. Y deben existir como posibilidad de concretarlos.
Con la situación de aislamiento provocada por la pandemia de 2020, se abrieron muchas convocatorias de emergencia, pero la inmediatez de las producciones hizo con que surgiesen algunas críticas: la deglución cruda del momento no facilitaba la digestión.
La incerteza se hizo presente. Y la adecuación del trabajo a los ambientes virtuales hizo visible la necesidad de alfabetización y formación en el lenguaje digital. El exceso de imágenes, opiniones e informaciones combinados con los desastres de la gestión sanitaria, política, ambiental y cultural, contribuyeron a la angustia colectiva.
Cuando ha pasado ya casi un año de adaptación al aislamiento social, comienzan a configurarse algunas estrategias: lives, clases, discusiones y encuentros virtuales han ido ganando espacio. Se ha abierto muchas convocatorias, aunque cuenten con bajo presupuesto.
La performance de la vida diaria abrió espacios posibles. Los artistas una vez más se equilibran. Sin embargo, la cuerda sigue floja y la danza continua viva.
* me refiero al sujeto artista, incluyendo todas las diversidades de genero.