Mérida, Yucatán, México.
Foto de Javier Barrera
El arte es una configuración cultural que siempre ha existido y que, aún sosteniendo muchas transformaciones en su significación, sigue perpetuando los paradigmas contextuales en los cuales se radica y aprecia, consolidándose como la mayor herramienta modulante que une seres humanos, naturaleza y artificio. Pensar el arte en términos funcionales, no hace otra cosa que insertarlo a fuerza en el sistema utilitario al que solemos acostumbrar y aún sin ser considerado entre los bienes primarios, es patrimonio inestimable de la riqueza terrenal que de manera latente o evidente mueve conciencias, haciendo de la palabra un poema, del grito una voz susurrada, del llanto una urdimbre de trazos, de la violencia una resistencia de vida, del impulsouna catarsis, figura transparente del estar.
Hacer arte puede incorporar prácticas cotidianas, sencillas en su constitución ontológica y fácil en su estimación. También se pueden complejizar los niveles de producción y recepción, introduciendo relaciones remotas, claves de lectura y capas de materia que articulen mayormente el hacer y observar. En cambio, quitar mucho, casi todo, implica que la plataforma tal vez blanca y vana, reducida en su más mínima apariencia, resulte pulcra y suavemente naturalizada.
Contar lo que hago en mis proyectos artísticos comprende, necesariamente, dar un paso atrás para situar las producciones, como en una distribución topográfica en la que montañas, ríos y rutas se encuentran intrínsecas a la conformación elemental.
Solícitamente, me apoyo de diferentes soportes y tecnologías según su disponibilidad de uso; también según los temas tratados, los tiempos y espacios posibles, la predisposición fisiológica in situ. Los materiales, junto a los procesos que requieren, pueden ser muy flexibles, maleables, y abiertos a la experimentación, pero también pretenden rigor y solidez metodológica.
El énfasis en los transcursos hace apreciar cada paso en la constitución de una obra de arte y su recorrido. A veces, como en el arte relacional, culmina en vivir y consolidar el momento compartido, un vaivén de dinámicas constitutivas y operativas, agendis tempus: eso instituye además del fenómeno fundante, gran parte de las repercusiones generativas. En otros casos el proceso conlleva a la producción de resultados tangibles, más o menos duraderos: series fotográficas o pictóricas, dibujos, libros, piezas audio-visuales, acciones o instalaciones.
Me encanta combinar los elementos necesarios en la construcción de lo que llamamos color. Uso principalmente la pintura al óleo, a veces prefabricada o en otros casos mezclada manualmente: pigmento mineral combinado con aceite de linaza, esencia de trementina, barniz damar. Proceder en la encáustica es increíble: cera virgen luego integrada con copal, esa exquisita resina tradicional que le otorga al asunto un toque ritual además de un perfume a inciensos y madera. Lo monocromático es otro mundo, tanto fascinante cuanto sombrío: se puede apreciar algo en “En la tierra”[1].
Me valgo de dramas contemporáneos que requieren ser sublimados, vivencias colectivas o particulares extremadamente realistas y que desean ser contadas, junto a otras tramas más abstractas, en un agregado imbricato de cuerpo, epifanía y veladura.
Suelo ir a la playa y buscar restos de Limulus polyphemus, a veces los conjunto en composiciones orgánicas, entre putrefacción y subsistencia: se piensa que la excepcional conservación morfológica de los Limulus en el curso de los últimos 150 mil años, justifique su nominación de fósiles vivientes. Son muy escasos en la costa y lo que puede raramente encontrarse es su cáscara ancestral. Estos seres me catapultan mágicamente a la era mesozoica, a su conformación geológica, a sus habitantes y a su repentina desaparición que se estima haber sido causada, entre otras hipótesis, por la colisión del asteroide en el puerto de Chicxulub: la enorme masa mineral catapultada a la tierra que creó una estructura única arriba de la cual se erige actualmente toda la península, originó conexiones subterráneas y cavernas de agua, kilométricas ramificaciones conectadas al corazón del Inframundo, aún en mínima parte medidas y calculadas. La hipérbole escalar de las pinturas se reduce drásticamente en una modelación cosmogónica constante, lo que implica un profundo acto de fe entre los actantes. Pero, ¿puedo yo procurar confinar la macro Historia en un soporte bidimensional llamado lienzo?
Lo que se alcanza entrever en la fotografía compartida, está en parte inspirado en Ella, no porque quiera yo representarla y contar sus vicisitudes, nombrando y figurando acontecimientos específicos o elogiando su magnitud. No quiero yo cargar el peso de contar la verdad. Ni representarla o evocarla. ¿Como podría una pintura decir la Verdad si ni ella sabe designarse a si misma?
Los manglares, algunos abstractos, los semi-simbólicos y la mayoría de las situaciones pertenecientes a las series denominadas Naturales expandida I y II, pertenecen a estas categorías explicativas en las que el resultado pictórico es debido a los sentires epidérmicos, caminos percibidos debajo de los pies a cada pisada, fluctuantes en las aguasmarinas y penetrantes en los miles de lagos subyacentes y en parte navegables, debajo de la tierra habitada. La biosemiótica encontraría aquí en Yucatán, un reino prolifero de lenguajes aún por ser interpretados; mientras tanto, yo me limito a vivir y teñir esta tierra hermosa, conocer sus linajes pasados e interrelacionarme con su entorno abundante e inspirador.
En otros casos hablo, a través de pinturas mucho más descriptivas, sobre acontecimientos u eventos específicos, territorios socio-políticos lejanos, signos trans-culturales y de-localizados. Un simple momento puede detonar la necesidad de ser destacado y representado, de manera más o menos real, en unatela, en un papel o en una cualquier matriz. El grabado, por ejemplo,concede en susfases la ilusión del negativo: lo que falta, lo que se quita, será lo que determinará la imagen. La preparación de la piedra si es litografía, del hule si es linografía, de la madera si es xilografía, del cobre si es punta seca o aguafuerte, es un trabajo artesanal y meticuloso. El dibujo, el entinte, la impresión, son diferentes etapas técnicas de procesos antiguos y aún vigentes.
El estudio mostrado, lugar de trabajo que es también casa, residencia para artistas y galería, es un espacio de almacenamiento y selección, de recuerdos entretejidos y comercialización de productos, es un articulado sincretismo armonizado en donde objetos y sujetos se confunden. Personhood up to the stones?
Es así que los procesos, penetrantes de cada esquina, se intersecan con los objetos resultados: la Gesamtkunstwerk, en una especie de Instalación Total a la Kabakov, es aquí curaduría saturada.
Lo vivido se anida en la calle, en las conversaciones y controversias, en los viajes y estancias, casas-escuelas-mercados, en las significaciones diarias […] y en la cueva de gestación retoma sustancia a través de las piezas que luego se mueven, se muestran y descontextualizan, se comparten, viven otras fases, asumen la apropiación. A veces el olvido y el colapso, hasta la desaparición.
La idea de la complementariedad, y aún más la de co-autoría, está en la base de las Vitácoras Comunitarias: ilusiones actualizadas del escribir juntos, un proyecto implementado hace unos años, entre los cursos que impartía en la Universidad Autónoma de Yucatán y el Centro Desarrollo Indígena de la misma Península. Dos horas para llegar, un poco más para quedarse y de nuevo de regreso: junto a lo/a/s estudiantes, la aventura del recorrido era parte integrante de los contenidos desarrollados, las dinámicas propiciadas con las personas locales, entre juego y etnografía, generaban estetizaciones artesanales de la observación cotidiana. Las narraciones de los habitantes, junto a sus dibujos y poemas, mapas y fotografías, alimentaban en gran parte la Vitácora[2] local, en los pueblos de Canicab, Samahil, Nohuayun entre otros. Se descubría la existencia de cuentos fantásticos y románticos, de cenotes desconocidos, de aluxes en los traspatios, de una lengua maya más viva que nunca; también se compartían lugares, comidas, acciones performaticas.
Además de editarse para los cuadernos publicados, las memorias de aquellos momentos han quedado atrapadas en algún cuadro, normalmente fundado en un conjunto de imaginación y vivencia, antigüedad y contemporaneidad, en el entremedio de trayectorias que unen los lados aparentemente opuestos de dicotomías aisladas.
Algunas bifurcaciones se rehicieron en la serie De la tabula rasa a la pulsación, expuesta en el teatro Felipe Carrillo Puerto de Mérida: como parte de las piezas mostradas, había un políptico compuesto por bidimensionalidades regulares que, en su estructuración in situ, formaban un mural; los mismos contenidos, ligeramente marcados por trazos evocativos que dejaban sobresalir las partes faltantes, fueron editados para un libro con el mismo título y formato.
Multiversos posiblemente construibles a partir de una superficie tangible, vacía, tan vacía que era inevitable intervenirla, dejando latir aquella pulsación que del grado cero nos lleva a una generación espontánea y necesaria, capaz de trazar e integrar, en lo que ya está escrito, las delineaciones de un camino compartido: aquel libro invocaba a viajar de la mano.
Algunas creaciones son más etéreas, requieren un espacio virtual para ser almacenadas y, aunque no parecen ocupar materia, se me hacen más pesadas que las demás. Los archivos digitales, edificaciones en porvenir, proliferan en infinitas áreas de habitabilidad potencial: siempre accesibles, atomizables en cada pixel. “Los estribillos, alternancia entre lo estrafalario y la lucidez, regresan en movimientos progresivos para culminar en un prestissimo y cerrar sin preaviso. Todo lo demás es algo picante, adagio y perfumado, geolocalizado y libre en un instante” escribía para los ensambles fotográficos mostrados en Archivos vivos, espacios habitados, exposición llevada a cabo en septiembre de 2019 en Buenos Aires, después de una residencia de producción. Existe un registro virtual parcial en la web[3], y un lejano residuo en papel en la imagen panorámica, arriba a la izquierda.
Levantar la cuestión de los archivos me llevaría a hablar de la labor, aún en proceso, de los archivos familiares, particularmente desmembrados y re-congregados durante la cuarentena transcurrida en el campo, en un pueblito en el norte de Italia. Pero eso implicaría adentrarse en toda la complejidad que la pandemia, aún vigente, especialmente en la zona en donde me encuentro durante la escritura de este articulo, compromete. Escribimos un buen texto sobre ese tema, presentado como Instantbook virtual[4], junto al grupo de trabajo de investigación semiótica al cual pertenezco: se habla del virus y también de arte, formas de vida, incertidumbre y muerte.
Los dilemas de la crítica y de la semiótica del arte van desde la cuestión del marco hasta el debate sobre propiedad y autoría, desde lo enteramente engagé y sincrónico hasta lo mas diacrónico y apartado; también la curaduría asume un rol preponderante, ya que su bella palabra radica sutilmente en la cura de las piezas, con todo lo que involucra.
El trabajo teórico/conceptual reviste buena parte de lo que resulta ser una pieza de arte acabada: su concepción, materialización, difusión, exposición, digitalización, venta. El proceso no es para nada lineal: en el arte se trabaja mucho por abducción, lo que implica descubrir nuevas posibilidades a partir de la experimentación, la cual se puede luego normalizar o transformar en regla. Se suele hablar de estilo: un cierto ITER metodológico, lo cual daría como resultado un cierto efecto estético que puede conllevar a un conjunto estilístico propio. A veces, la estética resultante está constituida por paradojas tan distantes que, si son propiciadas y encontradas una y otra vez, pueden acoplarse en una cierta línea melódica personalizada.
Uno de los paradigmas de fondo al cual innumerables veces hago referencias en la producción visual y sobretodo sonora, es la improvisación. Se trata de un fundamento fenomenológico, ideológico, político y por supuesto artístico. Regala mucha satisfacción, además de la concientización del momento presente que, como en la mayéutica, ofrece posibles repercusiones constructivas de largo respiro. El cuerpo y su modus operandi, su ser mediador y compositor, junto a los otros cuerpos humanos y no humanos, es ancrage spirituelle et fonctionelle, es mediador virtuoso de objetos relacionales, de relaciones objetivantes, de cosas y casos.
Cuando interpongo, mezclo, expongo el cuerpo intermediario de pensamientos y hechuras, se constituye un puente de sugerencias inicialmente ininteligibles, fuerzas alquímicas de puntos y contrapuntos, silencios y sincopes que al ser escuchadas, incorporadas, compartidas, se hacen texto: ¿storytelling transumano?
Los instrumentos que uso, aún poco capitalizados porque en el proceso de experimentación y análisis que continuamente se reafirma al conformarse, me enseñan los posibles marcos rizomáticos de las ondas en su fluir, pero también aterrizan el etéreo devenir en algo palpable y sublime. Improvisar con los colegas es la práctica performativa que prefiero y aunque muchas veces queda memoria sonora de lo hecho, otras veces, cuando la música sucede y no hay grabación ni escucha por parte de terceros, solemos decir “es para los dioses”.
Las modalidades virtualizantes y mutables, se simplifican en diseños integrados: el Archipiélago Instalativo une piezas lejanas en una misma semiosfera y cada porción es minuciosamente acotable a través de un proceso mereológico interactivo y rizomatico.
This text has been elaborated as part of FACETS. This project has received funding from the European Research Council (ERC) under the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme (grant agreement No 819649 - FACETS)
[1] Video experimental: http://ivahm.com/en-la-tierra-silvia-barbotto/
[2] Neologismo compuesto por Vita/Vida+Cora/Kora/Corazón/Coraza.
[4] Leone, M., a cura di (2020) “I volti virali”, ISBN 979-12-200-6423-1, Digital Press, Open Access.