El hecho es conocido y el gesto perturbador: Blu, uno de los más famosos artistas del street art italiano en el mundo, ha borrado todas sus obras presentes en Bolonia como acto de rebelión frente a la exposición “Street art Banksy & Co. L’arte allo stato urbano”, inaugurada en el Palazzo Pepoli – Museo della Storia di Bologna y que también muestra algunas obras del mismo Blu recogidas de la calle.
El corto video de Blu en el que el artista vuelve a pintar de gris una de sus obras realizadas en el centro comunitario XM24, se ha convertido en pocas horas uno de los contenidos más visitados en las redes sociales, desatando una lluvia de comentarios entre el entusiasmo y la consternación. Lo que está en juego es una partida importante y un choque entre diferentes formas de entender el street art.
Blu, Occupy Mordor all’XM24 (2013)
Nos estamos acostumbrando a la propagación de la pintura mural, a las grandes paredes pintadas en las zonas periféricas de las ciudades, a los festivales de arte callejero que llenan de color Italia de Norte a Sur y ayudan a redefinir la estética urbana de la decoración, del compromiso y de la retórica de la participación.
El street art está experimentado su edad de oro, jugando un rol decisivo con su visibilidad en los medios, llegando a un orden cada vez más consensual y convirtiéndose en una herramienta que se utiliza para la explotación de determinadas zonas urbanas, incluso con objetivos puramente turísticos. Junto a aquellos que tratan de regular las prácticas creativas en las áreas urbanas, no sin alternancia de contradicciones, están las instituciones museísticas, que participan cada vez más en llevar el lenguaje de la calle al interior de las exposiciones con el objetivo de proporcionar sus coordenadas histórico- artísticas.
La idea de exponer graffiti y Street art no es algo nuevo. Si en Bolonia, en 1984, se celebró la cultura del graffiti con la famosa exposición Arte di Frontiera, hay que recordar que instituciones como el MOCA de Los Ángeles, la Tate de Londres o la Fundación Cartier en París han dedicado importantes exposiciones a esta práctica artística.[1]
Pero la última experiencia italiana no se ha limitado a exponer los trabajos realizados por los artistas sobre tela u otros medios, o a recurrir a la simple documentación fotográfica y en vídeo, sino también a recolocar algunas intervenciones sacadas de su contexto original, justificando esta operación (tal como se especifica en la presentación del sitio web de la exposición) como un intento de «recuperar y preservar los murales para salvaguardarlos de la demolición y preservarlos de la lesión del tiempo».
En estos dos meses se ha generado un enorme debate en torno a esta decisión y, una vez más, los muros de Facebook se han convertido en el termómetro ideal para comprender los estados de ánimo y las pasiones, la ira y las posiciones adoptadas, los boicots e intentos de explicación y justificación. Entre los artistas, el primero en confimar públicamente su oposición fue Ericailcane, que con un dibujo difuso en su página de Facebook, arremete contra los ladrones de los bienes comunes y los autoprocalmados defensores de la cultura. Blu, por su parte, ha respondido con el gesto de borrar de todas sus obras realizadas en Bolonia durante los últimos años, apoyado por un grupo de voluntarios y poniendo en escena una auténtica performance con banda musical.
Armados con pintura gris, pinceles y varios instrumentos, el artista y los voluntarios han eliminado las obras en un día, dejando la ciudad sin las narrativas visuales y visionarias que han nacido del acto creador de una de las mejores voces de street art internacional. La ciudad se encuentra vaciada de aquellas figuras que habían contribuido a escribir su imagen urbana, que ahora está dominada por el gris.
El artista en su web oficial ha anunciado que Blu no estará más en Bolonia hasta que los «magnates coman», y con un post concedido a Wu Ming se levanta contra la «acumulación privada» del arte de la calle. Más allá de la diatriba política contra los poderes de la ciudad, el gesto muestra una impaciencia cada vez más marcada hacia los discursos y las prácticas que hoy en día se construyen en torno al street art y hacia los métodos que el sistema del arte intenta usar, recurriendo a conceptos como protección y conservación.
Lo que se pone de relieve es por tanto una reflexión sobre el modo de entender la idea misma street art, un lenguaje híbrido que desde siempre ha vivido de constantes contaminaciones y relaciones con diferentes territorios, desde el mercado del arte a la política creativa de las zonas urbanas, desde el diseño gráfico a la publicidad, desde la moda a la edición.
Blu, que siempre se ha distinguido por su carga de disidencia y por la elección de los contextos de ejecución, se opone a un street art cada vez más institucional y pacífico en los lenguajes y en los métodos con un gesto que rompe la baraja, recordándonos cómo las micro tácticas, con toda su fuerza, pueden surgir y dar la vuelta a los sistemas previsibles y las retóricas dominantes.
El acto de auto-borrado de Blu es un hito dentro de la historia del arte urbano, pero también una declaración y un manifiesto de intenciones en un momento en el que el street art está atravesando una fase de sobreexposición mediática y en el que los valores antagonistas que lo caracterizaban han sido reabsorbidos dentro de un orden consensuado. El street art se encuentra constantemente gestionando y lidiando con el éxito en los medios, hecho demostrado por la proliferación de publicaciones, programas de televisión, exposiciones, festivales, hasta llegar a los talent show sobre el tema.
La puesta en acto de Blu es una estrategia discursiva y mediática que permite reafirmar su posicionamiento dentro de la arena del Street art, donde ya no basta la habilidad técnica y estilística o la capacidad de sorprender al espectador en los espacios públicos, sino donde la partida se juega a través de las estrategias de comunicación, a través de actos de hacking urbano capaces de cambiar y distorsionar constantemente las reglas del juego, pero sobre todo a través de acciones capaces de devenir difundibles en la web.
El gesto por tanto tiene que ser leído, por un lado, como una reflexión sobre los métodos y las formas de hacer street art hoy en día, una posición dentro de una comunidad que en sus diversas formas de acción, en los diferentes valores que la animan, también debe volver a pensar en sí misma. Al mismo tiempo, el acto afecta a la relación entre el street art y el espacio público, y despliega un discurso crítico sobre la propia ciudad. La acción de borrar una de sus obras en Curvystrasse, distrito de Berlín, donde los precios de las propiedades han aumentado considerablemente debido a los procesos de gentrificación, encaja también en este camino.
Acciones como estas muestran cómo la relación entre el street art y la ciudad, con el conjunto de las políticas urbanas, las transformaciones y las formas de vida que lo caracterizan, vive de constantes reajustes, tomas de posición y puestas en cuestión. Blu reitera que el street art debe ser pensado como gesto disruptivo y colectivo, crítico y residual, como una táctica que puede afectar a la experiencia de la ciudad y las políticas que la rigen.
Por último, hay que detenerse en el acto mismo de borrado. En el street art, los borrados, robos y reescrituras son fenómenos frecuentes. Estas prácticas nacen a partir de las diferentes formas en que se valora una imagen colocada en el espacio urbano. Un graffiti, un stecil o un mural pueden convertirse en un campo de batalla entre el writer y street artista, pueden ser borrados en el nombre del «decoro urbano» o incluso eliminados de sus contextos originales y ser vendidos o explotados con fines comerciales. Se recordará que hace unos meses, justo en una de las obras de Blu habían aparecido las palabras “Fuck Street art”, lo que había despertado una vez más confusión y diferentes interpretaciones.
La puesta en escena de Blu es un acto de auto-borrado que se convierte en colectivo. Es un momento performatico, no un acto iconoclasta; no son la imagen y su contenido el campo de batalla. Lo que se interroga es la relación entre la imagen y el espacio en el que está instalada.
El espacio de la ejecución en el caso de las obras de Blu es tan importante como el trabajo en sí, y sus acciones son altamente específicas del lugar (como demuestra el video en el que Wu Ming describe con extrema precisión la obra de Blu pintada en el centro XM24). Esta relación entra en cortocircuito, como ya había ocurrido en Berlín.
Las manos que ostentan colectivamente el rodillo y estiran el gris muestran cuáles son los valores que el artista ha sostenido a través del tiempo en la misma práctica del street art y que no tiene la intención de renegociar o poner en crisis. El borrado es por tanto un acto creativo y político, residualidad crítica, práctica destructiva y al mismo tiempo constructiva: la obra desaparece pero la imagen, con su poder político y evocador, se mantiene.
[1] Para profundizar en el tema de la institucionalización del street art y sus estrategias: J. Kimvall, Mapping an Istitutional story of graffiti and street art, en Lisbon street art & Urban Creativity, Urbancreativity.org, Lisboa 2014; F. Crapanzano, Street art et graffiti L’invasion des sphères publiques et privées par l’art urbain, Éditions l’Harmattan, París 2015.
Articulo traducido por Modesta Di Paola y anteriormente publicado en la revista online Lavoro Culturale.