Cada vez que me despisto estamos aquí. Entrevista con Andrea Nacach | MODESTA DI PAOLA

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Andrea Nacach, Cada vez que me despisto estamos aquí

Cada vez que me despisto estamos aquí es el título de la exposición que la artista argentina Andrea Nacach (Buenos Aires, 1975) acaba de inaugurar en la Galería pazYcomedias de Valencia. El concepto que reúne los trabajos artísticos de este proyecto expositivo se funda en la idea de que aunque tengamos la sensación de poder controlar nuestras vidas, habrá siempre algo que de repente, en un instante de pura casualidad, nos detendrá de golpe, nos sorprenderá dejándonos pasmados delante de la fragilidad de las acciones humanas y naturales. Un terremoto, la muerte o la enfermedad -como bien expresa la nota introductoria a la exposición- “muestran hasta qué punto nos relacionamos con el mundo que habitamos desde coyunturas frágiles e inesperadas, provocando consecuencias esenciales en quienes las padecen”. El despiste, la distracción que nos conduce a olvidar, fallar o caer en error, es casi por norma el momento que nos canaliza hacia la ruptura. Nos despistamos y de repente el movimiento rápido de nuestros pasos diarios se detiene, castrando nuestras acciones y frustrando nuestras certidumbres. Hay algo obscuro y misterioso en el despiste, en el fallo casual, en la acción que se detiene en el inmediato: es la sensación de vértigo que nos absorbe mientras planeamos en el aire... nosotros que en el fondo, somos todos acróbatas suspendidos en el hilo de la vida.

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Modesta Di Paola: Hola Andrea. Recientemente se ha inaugurado tu exposición Cada vez que me despisto estamos aquí. Cómo ha surgido la idea de reunir algunos de tus trabajos en este proyecto?

Andrea Nacach: El título nace de una experiencia personal que me hace pensar en la fragilidad en la que estamos sumergidos diariamente y en lo poco que nos damos cuenta de ello. A partir de ahí comencé a reflexionar y a relacionar algunos de los trabajos que ya tenía bajo este concepto y a producir nuevos para darles a todos esta especie de paraguas conceptual que los envuelve.

“Cada vez que me despisto estamos aquí” da pistas conceptuales de cómo se pueden ver y relacionar los trabajos presentados en referencia al claro montaje que propuse, donde cada uno de los proyectos está suspendido desde el techo o desplazado de la pared para que dé la sensación de que todo pende de un hilo, que es el verdadero concepto expositivo.

M.D.P.: Este proyecto expositivo nos sugiere que en tus trabajos investigas la vida como una materia poética que no nos pertenece por completo. Es una sensación errada?

A. N.: No es errada y es una manera muy bella que has encontrado para decirlo.

M.D.P.: Tu trabajo comprende diferentes lenguajes mediáticos (fotografía, vídeo, libro-objeto, objeto fotográfico e instalación) que soportan tu visión poética y artística. Cómo eliges un medio para representar una idea?

A. N.: El medio surge, la misma idea es la que manifiesta el tipo de soporte que necesita. El idóneo. Yo no siento que lo busque, sino mas bien que me encuentran a mí. Cada trabajo nace con una identidad que voy descubriendo en el proceso de su creación. Me es indistinto si es una fotografía, un vídeo o un libro objeto. Muchas veces, en el recorrido de materializar una idea se van encontrando otras ideas paralelas e inconscientes que, si uno presta atención, es posible potenciar a la hora de mostrar el trabajo final. Lo mismo pasa con los formatos. La utilización de diferentes medios también predispone al espectador a estar más abierto, atento a hacer un esfuerzo para involucrarse y salirse de un estado puramente contemplativo. Algunos trabajos los observamos, otros los tocamos, a otros no sabemos cómo enfrentarnos. Eso me gusta mucho e intento que haya diversidad en mis exposiciones. Que la persona que entra al espacio tenga que usar el cuerpo para poder descubrir más cosas. Ponerse unos guantes blancos es generar un ritual que obliga a una pausa. Esa curiosidad de saber qué habrá ahí es la que nos permite tomarnos el tiempo para descubrirlo y eso mismo genera una predisposición para ver los otros trabajos que son más visuales. Siempre depende de uno ponerse el límite de saber hasta dónde se quiere llegar. La diversidad de formatos, estoy convencida, propicia esa búsqueda.

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M.D.P.: Nadie quiere ser parte de una ficción y menos aún si esa ficción es real, es el título de la exposición comisariada por Valentín Roma en la Tatiana Kourochkina Galería d’Art de Barcelona, en 2011. Este proyecto curatorial se detenía a investigar algunas de tus temáticas habituales come el tiempo que transcurre, la memoria, la pérdida, pero también la familia y la casa. Te apetece contarnos algo de la exposición y de las obras expuestas?

A. N.: En esa exposición planteé algo parecido a la desarrollada en Valencia sin llegar tan lejos en la formalidad del montaje. En esta no había un elemento vinculante, el vínculo lo generaba el concepto expositivo. Una especie de conversación entre proyectos, un diálogo que recorría cinco ejes temáticos –el paso del tiempo, la desaparición de la memoria íntima y social, el desplazamiento y sus pérdidas, los diversos imaginarios familiares y, finalmente, la casa convertida en receptáculo para la identidad–, la muestra exploraba según Valentín aquellos sentimientos encontrados que aparecen al observar nuestra vida, como si esta no nos acabase de pertenecer del todo. Es muy bonita esta idea que nos regala en el texto introductorio a la exposición.

M. D. P.: No solo el pasado crea memoria. Tu vídeo Verano del 2050 es un autorretrato proyectado en el futuro, la memoria de un tiempo que todavía no ha transcurrido. Estas secuencias de imágenes reales documentan un recuerdo ficticio. Es un juego de paradojas o un deseo por el tiempo que vendrá?

A. N.: Es más un juego de paradojas. Es una curiosidad, una mueca, un no saber dónde uno va a estar y eso automáticamente te hace pensar en el presente. Es un guiño de alguna manera a pensarnos. A mirarnos despojados de nosotros mismos. Tiene que ver también con no despistarse y con un juego cinematográfico que en varios trabajos abordo y que trata de poder ir hacia adelante o hacia atrás según observemos y según nos movamos en la escena.

Me gusta el juego que se produce con el tiempo.

M. D. P.: Tiene alguna relación con tu otro video Otoño de 1980, que es por el contrario un autorretrato retroactivo?

A. N.: Sí, exacto. Están relacionados. En este miro hacia atrás. Pero muy atrás. Un instante ralentizado. Un caballito comienza a moverse y está vacío, y no hay nadie. Un recuerdo de infancia, entre muchos, que no recordamos.

Qué curioso que te hayas detenido en estos trabajos. Para mí son como destellos de conciencia.

M. D. P.: En obras como Poble Nou/ Poble nuevo, DaisyWorld/Món de Margaride y Behavior, te enfrentas a temáticas sociales y políticas. Analizas sobre todo los efectos de desconcierto e incomodidad que se crean a partir de las conductas y de las estrategias políticas. De dónde deriva esta inquietud por el análisis social?

A. N.: Me resulta imposible aislarme del contexto. Siempre trabajo hacia adentro pero también hacia fuera. No se puede evitar lo que nos rodea. Lo que sucede en la sociedad no me es indiferente y tengo la misma necesidad de expresarlo como en todos los otros trabajos que se enfocan hacia el interior. Siempre he tenido mucho interés en las relaciones humanas y el contexto en que las personas habitan.

Si se observan los años en que he realizado los trabajos te darás cuenta que voy paralelamente y sistemáticamente produciendo trabajos que me hacen pensar la sociedad en la que vivimos, cómo nos comportamos, cómo nos miramos, quiénes somos.

El ultimo fueron las 40 polaroids de Poggioreale que realicé el año pasado, donde observo un pueblo vacío, congelado en el tiempo. Tuvieron que abandonar su pueblo a causa de un terremoto. Las imágenes median entre el presente y aquel momento hoy totalmente estático, al mismo tiempo ilustran cómo el proceso de vida continúa a pesar del abandono, bajo qué formas una comunidad se vacía y se detiene en el tiempo.

M. D. P.: La estética de tus series fotográficas In-cierto y Gris medio insiste en la búsqueda formal para revelar la belleza de las formas y de sus contenidos. En In-cierto esta búsqueda es esencial sobre todo para la construcción de la narración social y de sus metáforas.

A. N.: In-cierto. Es el primer trabajo que desarrollo en el año 1999. Está en la web casi como agradecimiento a esa época y a personas por las cuales me pude ir becada al Centro Nacional de las Artes en México a hacerlo (como Jorge La Ferla, Andrea Di Castro, Tania Blanich y Gabriela Massuh, entre otros). Es el primer proyecto donde empleo la tecnología como medio de creación de imágenes. De esto hace ya quince años, cuando en Buenos Aires no era muy habitual. Generé con varias fotografías una nueva fotografía que muestra el escenario que vi en un viaje por Bolivia y Perú. En las fotografías disimulo el truco pero dejo entrever, por lo surrealista de las imágenes, que se trata de una ficción. Planteo un interrogante sobre cuál es la realidad que queremos ver, en ese caso concreto proponía hablar de la crisis del registro de lo real, de la imposibilidad de percibir las diferencias entre la generación espontánea y de lo inventado. Un vaivén entre lo consiente y lo inconsciente, lo real y lo ficticio, lo dicho y lo no dicho, los espías y los espiados, la nada y la ciudad…

Hoy en día me siento muy lejos de este trabajo, sobre todo a nivel estético, pero es un proyecto que me ha dado muchas satisfacciones. Mostrarlo y revivirlo me recuerda que sigo teniendo y trabajando las mismas inquietudes, transformadas quizás un poco, por el paso del tiempo, y por mi propio paso por el tiempo, pero en definitiva son los mismos intereses.

En el caso de Gris Medio, si bien son fotografías blanco y negro y entiendo lo que dices de la formalidad, creo que entran dentro esta búsqueda de comunicación estética. Este proyecto tenía esa necesidad de ser formal, claro, y de poner la atención en el punto de vista desde donde fueron tomadas las fotografías.

M. D. P.: Me gustaría concluir esta entrevista preguntándote acerca de la fragilidad. Un concepto este que se despliega a lo largo de toda tu obra y que se detiene con insistencia en tu libro-objeto Familia. Existe algún tipo de relación directa entre “familia”, “distancia” y “fragilidad”?

A. N.: Creo en la fragilidad, es una palabra bella, que tiene a la vez mucha fuerza, como existencia, provisorio... La familia es una institución muy compleja, no importa si es la que te ha tocado o la que has elegido. Y a pesar de su complejidad, o quizás justamente por ello, la familia puede pensarse como los cimientos de la casa, la base donde te paras y miras el horizonte. Es fácil observarla, porque se está inmersa en ella, está tan desprotegida de la mirada social y es muy vulnerable.

El comportamiento humano me atrae, cómo nos desenvolvemos, lo frágiles que somos. Revisar y analizar los vínculos que se transforman con el paso del tiempo y con la distancia. Lo que se dice en un momento y se desdice al siguiente.

Todo se relaciona, es un entramado complejo: Cómo la insatisfacción peina suavemente lo cotidiano, sin acabar de destruirlo por completo. Decía Valentín Roma sobre el cuento “A visión of the world” de John Cheever.

M. D. P.: Gracias Andrea.

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