Fútbol y Arte en las fotografías de Caio Vilela | LUCILA VILELA

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Recién llegado de Baskortostán, en la Rusia Siberiana, donde ha participado de una exposición en el Centro Cultural de la Universidad de Artes de Ufa, Caio Vilela viaja por el mundo detrás de los mejores pases, sorprendidos en lo improvisto del fútbol callejero. El fotógrafo, que ya expuso en Doha, São Paulo, Nueva York e Islamabad acerca la mirada hacia el alma del fútbol, practicado en cualquier rincón, en las más diversas situaciones, revelando talentos y jugadas que solo pueden ser realizadas con destreza y libertad en los pies.

Alejado de la industria del fútbol profesional, Caio Vilela apuesta por la esencia del partido y retrata el tono de juguete, de danza, de trucos arriesgados y maniobras arrojadas que ocurren en las calles, sin campo determinado, sin tiempo contado, sin jueces,  empresarios, fama o dinero. De hecho, como bien observa Eduardo Galeano, “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.”[1] Y es esa belleza la que Caio Vilela busca rescatar en sus fotografías, la que está escondida en la tradición viva del deporte: jugar por el placer de jugar.

Se trata, muchas veces, del fútbol de barrio, “fútbol de várzea” como es conocido en Brasil, un fútbol despojado, sin estructura, jugado en barrios, pueblos y favelas. El término fútbol de várzea surgió inicialmente en São Paulo donde se jugaba en las orillas del Río Tietê. Practicado en campos abiertos, los partidos incluían negros que eran vetados a entrar en los equipos de fútbol. Fue ahí, por supuesto, que surgieran los mayores cracks y el deporte profesional percibió que para avanzar tendría que vencer los prejuicios arraigados en la ignorancia colectiva. El fútbol no tiene raza, color, edad o profesión, para jugar un partido basta tener ganas y sangre en los ojos. El trabajo de Caio Vilela enfatiza aún más ese aspecto, el fotógrafo observa que cuanto más pobre es el país, más fútbol callejero hay. Sin embargo, el fútbol es jugado en todo el mundo y la pelota es un signo común que tiene el poder de aproximación y entendimiento en todas las culturas.

Eduardo Galeano cuenta que “como el tango, el fútbol creció desde los suburbios... Una manera propia de jugar al fútbol iba abriéndose paso, mientras una manera propia de bailar se afirmaba en los patios milongueros. (…)Y en los pies de los primeros virtuosos criollos, nació el toque: la pelota tocada como si fuera guitarra, fuente de música. Simultáneamente, el fútbol se tropicalizaba en Rio de Janeiro y São Paulo. Eran los pobres quienes lo enriquecían, mientras lo expropiaban. Este deporte extranjero se hacia brasileño a medida que dejaba de ser el privilegio de unos pocos jóvenes acomodados, que lo jugaban copiando, y era fecundado por la energía creadora del pueblo que lo descubría. Y así nacía el fútbol mas hermoso del mundo, hecho de quiebres de cintura, ondulaciones de cuerpo y vuelos de piernas que venían de la capoeira, danza guerrera de los esclavos negros, y de los bailongos alegres de los arrabales de las grandes ciudades.”[2]

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Fotografias Caio Vilela: Praia do Forte, Bahia;  Manaus, Amazonia; Jericoacoara, Ceará.

Históricamente, la paternidad del fútbol fue asumida por los ingleses en 1863, pero estudios apuntan registros de civilizaciones que se unían en grupo para chutar varios tipos de formas esféricas. Se dice que el origen del fútbol surgió en China con la costumbre de chutar los cráneos de los enemigos derrotados. El partido llamado Tsu-Chu fue adoptado por militares chinos posiblemente desde 2.197 a.C., pero posteriormente los cráneos fueran substituidos por pelotas de cuero. También en Japón, en la antigua Grecia y en América en tiempos más remotos, hay investigaciones que comprueban la existencia de juegos semejantes al fútbol. Para los Mayas, por ejemplo, el juego de pelota influía en el orden cósmico del universo, en la celebración de un ritual que reflejaba la vida. Más allá de un simple gesto, chutar una pelota evoca tradiciones ancestrales presentes en diversos cantos del planeta, que además, sigue hasta hoy con su forma esférica, en constante movimiento.

Registrar ese fenómeno histórico que trae consigo una fuerza universal forma parte del proyecto de Caio Vilela. Su lente estimula las mejores jugadas, provoca exhibiciones virtuosas y reacciones de alborozo. Sin embargo, encontrar un buen partido es apenas una parte del trabajo. Además de husmear partidos, Caio Vilela busca unir al fútbol callejero, paisajes sorprendentes, sea un monumento simbólico, una geografía rara o un ambiente escenográfico. La importancia del local se debe a la naturaleza viajera del fotógrafo que ya recorrió más de ochenta países en los cinco continentes produciendo reportajes de diversos asuntos. El interés por el tema surgió en un viaje a Irán donde Caio sorprendió una escena de niños jugando a la pelota delante del complejo Amir Chakhmaq, el mayor monumento arquitectónico de la ciudad de Yazd. A partir de ahí la fusión entre fútbol, viaje y fotografía se hizo presente. Michel Onfray considera que “el viaje, de hecho, es una ocasión para ampliar los cinco sentidos: sentir y oír más vivamente, mirar y ver con más intensidad, degustar o tocar con más atención- el cuerpo abalado, tenso y dispuesto a nuevas experiencias, registra más datos que de costumbre.”[3] En la lente de Caio Vilela, la percepción se agudiza y la composición fotográfica registra ese enmarañado de sensaciones, en el “desarreglo de todos los sentidos”, para recordar a Rimbaud.

Especialista en driblar la zona de comodidad, Caio Vilela se lanza a lugares remotos y no-turísticos para encontrar el fútbol más despojado y arriesgado en los rincones de cada ciudad. Este año fue lanzado el libro “Fútbol-Arte, de Oiapoque a Chuí” que contiene fotos de fútbol callejero en los veintisiete estados de Brasil. Cada página sorprende por la variedad de paisajes y diversidad de personas, en las fotografías aparecen niños de una escuela islámica en Foz de Iguazú, campamentos gitanos en Curitiba, descendientes de esclavos en Goiás, inmigrantes europeos en el Sur, indígenas, gauchos, niños y niñas que se reúnen con un mismo objetivo. “Fútbol-Arte, de Oiapoque a Chuí” forma parte de un proyecto mayor, titulado “Fútbol Sin Fronteras”, ideado en 2004, que pretende reunir un material producido en más de cien países. Mientras tanto, Caio Vilela sigue en la carretera, con la mirada atenta a cada movimiento que surge debajo de una luz oblicua, en la esperanza de, con la cámara en manos, encontrar una pelota en los pies.

futebol-caioFotografia Caio Vilela: Uagadugu, Burkina Faso

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[1] GALEANO, Eduardo. El fútbol a sol y sombra y otros escritos. Buenos Aires: Siglo XXI, 1995, p. 6

[2] Ibdem, p. 23

[3] ONFRAY, Michel. Teoria da viagem. Porto Alegre: L&PM, 2009, p. 49