Ceci n'est pas un archive. Por una definición del archivo en las prácticas artísticas contemporáneas (parte I) | ALEJANDRO BAUZÀ BARDELLI

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Durante los últimos años, el significado del término ‘archivo’ ha ido incrementándose de manera imparable dentro del ámbito de la crítica y la historia del arte, de modo que lo que hasta hace poco era simplemente un lugar recóndito al que algunos acudían en busca de viejos documentos, hoy parece ser, sin más concreción, otra cosa. Por tanto, y recogiendo la expresión acuñada por el recientemente desaparecido Omar Calabrese, es plausible afirmar que ‘archivo’ se ha convertido hoy en un ‘término-maná’, en una etiqueta elástica que puede aplicarse a casi cualquier práctica artística para dotarla de presunta actualidad (un pecado venial muy extendido entre la mala crítica de arte), o para clasificarla sin necesidad de analizarla, definirla o cuestionarla (sin duda, el pecado mortal más común entre los malos historiadores del arte). Sea como fuere, lo cierto es que no pocos parecen haberse sentido cómodos en esta ambigüedad y han optado por cobijar bajo el amplio paraguas del termino ‘archivo’ a infinidad de prácticas, obras y artistas sin atender a la engorrosa pero necesaria tarea de analizar, definir y cuestionar los usos de dicho término.

Dicho esto, queda claro que el objetivo del presente artículo no puede ser otro que esbozar un marco conceptual desde el que comprender el término ‘archivo’ y a la vez describir críticamente las diferentes prácticas artísticas sobre las que puede o debe aplicarse dicho término. Por supuesto, frente a semejante empeño no puede existir ni existe la voluntad de dar por ‘archivado’ el asunto: al contrario, la intención de estas líneas es plantear una vía de acceso hacia dicho asunto con la esperanza de servir de ayuda a quienes deseen ahondar en el poliédrico y complejo pero sin duda fascinante objeto sobre el que versa el presente artículo.

0. Cuestión previa: qué es un archivo

Un archivo, según recoge el diccionario, es el «conjunto ordenado de documentos que una persona, una sociedad, una institución, etc., producen en el ejercicio de sus funciones o actividades», y también el «lugar en que se custodian uno o varios archivos». Si tomamos en consideración las acepciones derivadas del campo de la informática, un archivo sería el «espacio que se reserva en el dispositivo de memoria de un computador para almacenar porciones de información que tienen la misma estructura y que pueden manejarse mediante una instrucción única», y el «conjunto de la información almacenada de esa manera». Por otro lado, si consideramos las acepciones que consideran el nombre archivo como sustantivo consecuente del verbo ‘archivar’, entonces un archivo es la «acción y el efecto de guardar documentos en un archivo» y también «la acción y el efecto de dar por terminado un asunto». Por último, el término también recoge dos acepciones de sentido figurado, de manera que un archivo sería una «persona en quien se confía un secreto o recónditas intimidades y sabe guardarlas» y una «persona que posee en grado sumo una perfección o conjunto de perfecciones». Por tanto, el campo semántico del término archivo, aunque amplio, parece centrar sus significados en 1) un conjunto ordenado y codificado de documentos guardado 2) en un lugar de algún modo ligado a la memoria 3) que puede ser manejado y 4) que posee un cierto carácter privado, secreto y perfecto.

Por otro lado, grosso modo y sin entrar en detalles técnicos engorrosos, los especialistas en archivística clasifican los archivos mediante tres criterios generales aplicables prácticamente a cualquier archivo imaginable. El primer criterio consideraría el nivel de accesibilidad del archivo, desde un archivo completamente abierto y accesible a cualquier ciudadano hasta uno de acceso absolutamente restringido. El segundo criterio tendría que ver con su nivel de publicidad, desde el archivo público hasta el archivo personal y/o privado. Por último, el tercer y último criterio distinguiría a los archivos por la vigencia o efectividad de sus documentos, de manera que existirían los archivos ‘de uso’ (aquéllos que contienen documentos ‘útiles’ en el presente o en un futuro previsible) y los archivos ‘históricos’ (los que contienen documentos sin un valor de uso efectivo pero que se conservan por cualquier otro valor, por ejemplo su valor simbólico).

1. Archivos de artista stricto sensu

Como otros tantos profesionales, hace siglos que los artistas producen archivos en el ejercicio de sus funciones y actividades: al menos desde que su dedicación pertenece a la categoría de las profesiones que necesitan de la gestión de documentos para poder ser llevadas a cabo. Sin embargo, y debido a algunas peculiaridades de los oficios del arte, los archivos de un artista pueden ser divididos en al menos tres apartados, algunos de los cuales coinciden con los de cualquier otro profesional, mientras otros resultan de naturaleza singular.

1.1. Archivo de documentación profesional

Tras una obra de arte finalizada se esconden procesos que difícilmente pueden ser desvelados mediante la simple observación del resultado. En el ejercicio de su profesión, los artistas han tenido y siguen teniendo la necesidad de producir y gestionar gran cantidad de documentos ligados a su práctica profesional: notas para recordar la composición exacta de un color o recetas sobre la preparación de ciertos barnices; copias de los encargos recibidos; facturas de los proveedores de pigmentos, telas y herramientas; correspondencia con sus maestros, críticos, gremios, galeristas y clientes; escritos para recordar y dejar constancia de los progresos, referentes y observaciones sobre las obras; etc. Toda esta documentación constituye estrictamente el archivo profesional de un artista, y efectivamente responde a las acepciones que recoge el término de manera precisa: esta formado por documentos generados como consecuencia de la propia actividad, deben estar ordenados si quieren ser gestionados de manera eficaz, tienen un valor probatorio a la vez que recordatorio y, en algunos casos, efectivamente están ligados a cierto secretismo (por ejemplo, en el caso de ciertas fórmulas, materiales, procedimientos, etc.). Aunque estos archivos carecen de valor ‘artístico’ alguno, sí encierran un enorme interés para los biógrafos e historiadores del arte, pues permiten a éstos la elaboración de parte de sus discursos sobre la base objetiva de los datos contenidos en estas privilegiadas fuentes, a la vez que arrojan luz sobre muchos aspectos imposibles de advertir en las obras en sí.

1.2. Archivo de obra

Más allá de los archivos arriba indicados, los artistas también gestionan una gran cantidad de documentos relacionados de manera más ‘directa’ con sus obras: desde croquis, esbozos, apuntes y estudios hasta grabados, recortes o fotografías de referencia, pasando por registros de las propias obras durante sus procesos de elaboración. Todo este material, que con el paso del tiempo conforma una suerte de memorándum general de la obra artística en su sentido más amplio, presenta peculiaridades que merecen ser analizadas de manera pormenorizada y constituye a su vez tres tipos de archivos diferenciados.

1.2.1. Archivos de referencias

A lo largo de sus carreras, muchos artistas elaboran extensas colecciones de documentos cuya finalidad es servir de referencia o fuente de inspiración para llevar a cabo las propias obras. Estas colecciones, de enorme interés a la hora de comprender las influencias recibidas por parte de los artistas, conforman lo que podemos denominar como archivos de referencias y han devenido recientemente objeto de atención de editores, historiadores y críticos[1] y, como se verá más adelante, también han sido tomadas por parte de los propios artistas como sujetos de sus propios procesos creativos.

1.2.2. Archivos de proyectos

Algunos proyectos artísticos, debido a la cantidad de elementos que los constituyen o a la cantidad de tiempo que requieren para su ejecución, demandan una gestión especialmente rigurosa de los procesos productivos y, por ende, una mínima infraestructura archivística que permita gestionar durante largos períodos de tiempo una gran cantidad de elementos.

Por ello, muchos artistas se ven obligados a constituir archivos específicamente ligados al desarrollo y producción de ciertas obras de gran envergadura. Baste recordar, por citar sólo dos ejemplos bien conocidos, el archivo elaborado por el fotógrafo alemán August Sander para la realización de su inacabado proyecto Menschen der 20. Jahrhunderts; o el colosal archivo de fotografías de arquitectura industrial realizado por el matrimonio Becher desde 1958 hasta la fecha, y del que han surgido numerosas publicaciones y exposiciones[2].

1.2.3. Archivos conmemorativos

No todos los archivos de los artistas sirven para guardar ordenadamente referencias o para gestionar grandes proyectos. Existe un tercer tipo de archivo propio de la práctica artística destinado a conservar documentación cuyo valor reside en su capacidad conmemorativa, en su capacidad de permitir el recuerdo de una obra ausente o de un proceso finalizado. Estos archivos, equivalentes en cierta medida a los archivos históricos institucionales, cumplen para los artistas una función principalmente testimonial, ligada a los valores más directamente mnemónicos del archivo y menos utilitarios del mismo.

Estos archivos correspondería a los formados por documentos surgidos del registro de acciones que no han dejado tras de sí obra material alguna, o de procesos de realización de obras de todo tipo. Entre estos archivos destacarían los que incluyen testimonios de happenings, performances y otras obras efímeras, y también aquellos en los que los artistas guardan documentos de los estadios intermedios de la elaboración de sus obras.

De modo parecido a los archivos de referencias, algunos archivos testimoniales han adoptado una visibilidad peculiar dentro del sistema del arte, pues poseen un valor sustitutivo de las obras ausentes, un valor testimonial y a la vez supresor que pone en juego un mal que el filósofo Jacques Derrida identificó como esencial en la naturaleza de todos los archivos.

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[1] Valga como ejemplo: Martin Harrison, Francis Bacon: archivos privados. Madrid: La Fabrica, 2009.

[2] En palabras del propio Sander, el trabajo fotográfico en series o Bildreihe es «un arte fotográfico nuevo, basado en gran parte en la gestión hábil de los archivos personales, un arte fotográfico que, a partir de ahora será el arte de la clasificación y la elección». En Olivier Lugon, «’Photo-inflation’: la profusion des images dans la photograpie allemande, 1925-1945». Cahiers du Musée National d’Art Moderne, 49, 1994, 103.