Cultura visual y flujos globales | MODESTA DI PAOLA

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En Introducción a la cultura visual Nicholas Mirzoeff sostiene que la Cultura visual es “una táctica para estudiar la genealogía, la definición y las funciones de la vida cotidiana posmoderna desde la perspectiva del consumidor, más que la del productor.”[1] El consumidor es el agente clave de una sociedad dominada por el capital que ha comercializado todos los aspectos de la vida cotidiana incluso el mismo proceso de observar y de ser observado. A partir de esta formulación se percibe un desplazamiento del término arte en beneficio del término visual, lo que comporta reactualizar la tradición ocular centrista y legitimar el concepto de imagen (imagen fílmica, televisiva, virtual o artística) como portadora de nuevos significados.

 

En el complejo contexto posmoderno la Cultura visual desempeña un papel cultural más amplio que el que pertenecía al campo de la tradicional Historia del arte, y plantea nuevas alternativas a la fragmentación, la disolución de los límites y las contradicciones por medio de lo visual. Más allá de los estereotipos formulados sobre esta “disciplina interdisciplinaria” -que la etiquetan como una historia de las imágenes-, la cultura visual se muestra con una estructura fluida que se centra en la interpretación y comprensión de las respuestas de los individuos y grupos a los medios visuales de comunicación.

 

La Historia del arte -definida por Giulio Carlo Argan como el procedimiento que encuadra los fenómenos artísticos en el contexto de la sociedad, con el intento de conservar la memoria, objetivarla y explicarla bajo la luz de la historia- viene trasformada por la Cultura visual en una historia o teoría de las imágenes que, como nota Mitchell, extiende su campo de investigación hacia “las prácticas del ver y del mostrar”.[2] Cambiando el tejido social, y con ello los fenómenos culturales, de hecho cambia también la manera de percibir el mundo, de verlo y de mostrarlo y, por lo tanto, la misma manera de formular y enunciar las experiencias estéticas. En un momento en que la cultura aparece más saturada de imágenes que nunca, los Estudios visuales se replantean los tradicionales métodos de análisis usados por los historiadores del arte. En esta perspectiva, Keith Moxey anunciaba la necesidad de encontrar elementos estéticos en lugares donde la Historia del arte no ha querido buscar.[3]

 

Las aportaciones a la Cultura visual de Charles Jencks, Stuart Hall, Jessica Evans y Nicholas Mirzoeff, reivindican la visibilidad de la imagen como portadora de significados dentro de la perspectiva global: imagen dominada por la fascinación de la tecnología y por la ruptura de los límites alto-bajos o jerárquicos de la memoria visual.[4] Esto implica cuestionar el concepto de autonomía del arte y consecuentemente la lógica implícita de todo tipo de arte, en base a sus materiales: pinturas, palabras, tonos musicales, etc. Esta lógica implícita fue una de las preocupaciones que habían llevado a Adorno a formular la teoría de la negación, refiriéndose a la Industria cultural que obliga a unir los ámbitos del arte elevado y bajo.[5] Junto a Adorno otros destacados autores llegaron a la conclusión de que el hecho de priorizar las imágenes sin valor estético por encima de las obras de arte, contribuía a un nuevo estado de la cultura que responde al capitalismo tardío global: Rosalind Krauss cuestionó el proyecto interdisciplinario de los Estudios culturales como una falta de disciplina que responde a los intereses de consumo del capitalismo tardío y Hall Foster evidenció el peligroso deslizamiento que suponía ampliar el territorio de la autonomía del arte, cuyo eje es la historia, hacia lo visual y lo cultural.[6] Por otro lado, los sostenedores de la Cultura visual afirman que la interdisciplinariedad no necesariamente presupone eclecticismo, arbitrariedad o pluralismo. En este sentido, el campo interdisciplinario es un lugar de convergencia y conversación de distintas disciplinas. Es definitivamente una “interdisciplina que se presenta como un nuevo híbrido o una ‘colisión académica’ que une la Historia del arte con la literatura, la filosofía, la historia social, los estudios filmográficos, la cultura de masas, la sociología y la antropología, y que manifiesta una situación de resistencia frente a la sociedad del ‘espectáculo’ y de la ‘vigilancia’”.[7] En este contexto, y desde la perspectiva de la globalización de la imagen, la autonomía del arte presupone un debate sobre los campos de investigación propios de la Cultura visual, lo que implica una meditación sobre los valores del “objeto artístico”.

 

En un artículo reciente titulado “El esencialismo visual y el objeto de los Estudios visuales”, Mieke Bal propone como objeto de estudio la “visualidad”, como fenómeno enraizado en formas de visión, historicidad, contexto social, nexo entre poder y conocimiento, percepción y fenomenología.[8] En el marco cultural, de hecho, la visualidad desencadena una serie de juicios críticos que conducen a relativizar las tradicionales estructuras del conocimiento. En este sentido la Cultura visual es un referente especial para todas aquellas problemáticas que han surgido en el contexto de la globalización. Los intercambios económicos y mediáticos en un sistema transnacional en el que las fronteras culturales e ideológicas desaparecen, trasforman las diferentes sociedades y con ellas los valores tópicos que intentan diseñar las identidades. La comprensión de las realidades plurales que coexisten en un mismo contexto, se convierte en uno de los ejes principales de los estudios de la cultura visual. Una labor básica a la hora de enfocar “los medios de narración y de escritura que permitan la permeabilidad transcultural de las culturas y la inestabilidad de la identidad.”[9] De ahí que para Mirzoeff la cultura visual debería expresar lo que Martín J. Powers describía como “una red fractal, impregnada con modelos del mundo entero.”[10] En otros términos, la misma consideración es proporcionada por Nestor García Canclini cuando afirma que “la configuración geopolítica de los saberes es tan importante como la organización trasnacional de las representaciones e imágenes en las artes y las industrias culturales.”[11] Es en este contexto en el que la cultura visual se funde con los estudios poscoloniales y las consideraciones antropológicas sobre la multiculturalidad.

 


[1] Mirzoeff, N., Una introducción a la cultura visual, (traducción: Paula García Segura), Paidós, Barcelona 2003, p. 20. (Título original An introduction to visual culture, publicado por Routlegde, Londres 1999).

[2] Véase Mitchell, W. J. T., “Mostrando el ver: una crítica de la Cultura visual”, Estudios visuales 1 (noviembre 2003), pp. 25-26.

[3] Moxey, K., “Nostalgia de lo real. La problemática relación de la Historia del arte con los Estudios visuales”, Estudios visuales, num. 1 (diciembre 2003), pp. 41-59.

[4] Véase al respecto Jencks, C., (ed.) Visual Culture, Routledge, Londres y Nueva York 1995; Evans, J., Hall, S., (Ed.) Visual culture: the reader, Sage, Londres 1999; Mirzoeff, N., Una introducción a la cultura visual, ob. cit,.

[5] Véase Adorno, T., “Culture Industry Reconsidered”, en The Culture Industry: Selected Essays on Mass Culture, (Jay Bernestein, ed.) Routledge, Londres 2001.

[6] A Rosalind Krauss y Hal Foster se debe la iniciativa de empezar un cuestionario sobre la cultura visual, “Visual Culture Questionnaire”, publicado en la revista October (otoño 1996). Véase también Krauss, R., “Welcome to the Cultural Revolution” y Foster, H., “The Archive without Museum”en October 77 (verano 1996), pp. 85-119.

[7] Guasch, A., M., “Doce reglas para una Nueva Academia: La <<Nueva Historia del arte>> y los Estudios audiovisuales”, en José Luis Brea (ed.) Estudios visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la globalización. Akal Ediciones, Madrid 2005, p. 67.

[8] Bal, M., “El esencialismo Visual y el Objeto de los Estudios Visuales”, Estudios Visuales 2 (diciembre 2004). Con este artículo, inicialmente publicado en la revista Británica Journal of Visual Culture, (abril 2003) Mieke Bal produjo un impacto cuyas repercusiones se siguen notando hoy en día. A la publicación de éste, le seguirá una importante polémica que llevó a muchos autores a un amplio debate sobre el objeto de la cultura visual. Las respuestas a el artículo de Bal han sido publicadas en el mismo número de la revista Estudios Visuales.

[9] Mirzoeff, N., ob. cit., p. 49.

[10] Ibidem.pp. 49-50.

[11] García Canclini, N., “El poder de las imágenes. Diez preguntas sobre su redistribución internacional”, Estudios Visuales, núm. 4 (enero 2007), pp. 36-56.