La teoría de la creatividad dentro de las tendencias artísticas de los últimos veinte años ha convertido en términos expresivos el desafío y el derecho a la diversidad. La producción artística actual, de hecho, más que estar ubicada en espacios claros y discernibles, se desplaza hoy hacia nuevos campos expandidos que permiten un despliegue de factores que se cruzan con variables como la identidad, la raza, los géneros o los tipos de comunidad multicultural. En este contexto, la figura del artista contemporáneo asegura un movimiento de reescritura cuya palabra clave no es tanto creación, como con-creación. Con este término hoy en día, se intenta remodelar el concepto de lugar, traducir las culturas y sugerir nuevas cartografías que harían de cada tierra firme un archipiélago.
Según Eduard Glissant, considerado el padre espiritual del movimiento criollo en literatura, estamos en presencia de sistemas de relaciones erráticos y móviles que concretizan el carácter de absoluta imprevisibilidad entre las culturas de las humanidades. Este carácter imprevisible que tienen las diferentes culturas del mundo al entrar en relación entre sí, se caracteriza por unos paradigmas que definen el “pensamiento archipiélago” como la ambigüedad, la imaginación, la resistencia y la criollización. El autor, nacido en la Martinica, en su libro titulado Introducción a una poética de lo diverso[1], profesa una poética de la relación al abordar la realidad criolla que se encuentra representada en el mosaico cultural móvil del archipiélago del Caribe, lugar de tránsito y travesías, pero también de encuentros y de implicaciones.
Reflejando sobre la situación de las Américas, Glissant afirma que ha habido tres tipos de “pobladores”: el “migrante armado”, es decir el colonizador, el “migrante familiar”, que llega a los nuevo territorios llevando consigo un bagaje de recuerdos y tradiciones, y el “migrante desnudo”, él que ha sido trasladado a la fuerza al nuevo continente y que ha sido despojado de todo, de cualquier elemento propio de su vida cotidiana, desprovisto incluso de su lengua. Sin embargo, partiendo de los únicos poderes de la memoria, que Glissant define como los “pensamientos del rastro”, el migrante desnudo ha conseguido crear lenguajes criollos o formas artísticas universales como la música jazz.[2]
Ampliando estas tipologías de migración a la “totalidad del mundo”, hoy en día realizada gracias también al soporte de la tecnología global, Glissant afirma que cada comunidad, país o continente ha tenido o sigue teniendo estas experiencias de migración, que inevitablemente conectan al planeta de un extremo al otro. Las culturas actuales viven en un mismo momento varios tiempos y espacios, un tipo de contracción dado por las constantes influencias que llegan de las imágenes, las culturas y las identidades en continuo movimiento.
Como Glissant, también Arjuan Appadurai en su libro La modernidad desbordada había prestado especial atención a las migraciones y a las nuevas extensiones tecnológicas de la comunicación en la sociedad actual. Appadurai sostiene que la “teoría de la ruptura”, provocada por los medios de comunicación y los movimientos migratorios, es la base de la experiencia que activa la imaginación transformando la misma definición de la identidad.[3]
También para Néstor García Canclini “repensar la identidad en tiempos de globalización es repensarla como una identidad multicultural que se nutre de varios repertorios, que puede ser multilingüe, nómada, transitar, desplazarse, reproducirse como identidad en lugares lejanos del territorio donde nació esa cultura o esa forma identitaria. De manera que la reflexión sobre la identidad, en términos conservacionistas aparece hoy como un intento de forzar los hechos, detener procesos sociales, en constante renovación y transformación, embalsamar en un conjunto de rasgos algo que de hecho está transformándose incesantemente.”[4]
Al seguir la lectura del texto de Glissant, se descubre en la “criollización” un movimiento que facilita el pensamiento del encuentro y de la relación en un mundo que, hoy en día, ha concretizado su propósito de totalidad, donde la internacionalización del mercado cultural se orienta por el desarrollo de las comunicaciones y donde las ideas y los gustos, junto a los flujos de migraciones, se mueven rápidamente atravesando los continentes. La criollización descrita por Glissant pide lo nuevo sin rechazar el pasado y en su imprevisibilidad modifica, erosiona y lima. Este es por tanto un movimiento que cruza las líneas divisorias entre las lenguas y las culturas para desmontar la estabilidad, la inmovilidad y la unicidad. Un movimiento de con-creación con la que remodelar los territorios, aceptar las otras lenguas, traducir las culturas, educar las conciencias e imponer nuevas cartografías que, en palabras de Glissant, harían de cada tierra firme un archipiélago.
En la relación mundial actual asistimos ya a la abundante manifestación de tareas, producciones e intervenciones que contribuyen progresivamente a hacer que las humanidades admitan que la diferencia no deteriora. En arte, este “hacer” es una forma comprometida de lucha y el artista es el mejor pertrechado porque en palabras de Glissant: “el artista es quien acerca lo imaginario del mundo, y cuando las ideologías del mundo, sus visiones, sus prefiguraciones, los castillos en el aire que erige se vienen abajo, es necesario volver a levantar este imaginario. No se trata de soñar en el mundo, sino de intervenir”.[5]
En este contexto de relación y apertura a lo otro la creatividad se mueve de manera rizomática, sin centro ni periferia, se abre a la compenetración con el otro manteniendo las diferencias. De esta manera la creatividad podría coincidir con el imaginario que permitiría entender la ardua complexión de una identidad de relación, de una identidad que comporta una apertura al otro, sin peligro de disolución. La centralidad de lo imaginario como factor dinámico de la vida convierte a los individuos y sus vidas cotidianas, junto con sus fantasías y anhelos, en la escena privilegiada donde se juega el futuro de la sociedad.
[1] Glissant, Eduard: Introducción a una poética de lo diverso, (traducción de Luis Cayo Pérez Bueno) Barcelona, Ediciones del Bronce, 2002.
[2] Ibíd., pp. 16-18.
[3] Véase el articulo publicado en esta misma revista: Di Paola, Modesta, Hibridaciones culturales: Appadurai y el cricket indio. https://interartive.org/2009/09/appadurai-2/
[4] García Canclini, Néstor: Cultura y Comunicación: Entre lo global y lo local, La Plata (Provincia de Buenos Aires), Universidad Nacional de la Plata, Ediciones de Periodismo y Comunicación, 1997, pp. 80-81.
[5] Glissant, Eduard, ob. cit., p. 58