El sistema del Archivo por Michel Foucault | MAÍRA DIAS PEREIRA

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En La arqueología del saber, obra del año 1969, tres años antes de la publicación del libro Las palabras y las cosas, el filósofo francés Michel Foucault[1] realiza un intento de describir sus presupuestos teóricos y su metodología para un estudio de las ciencias. Foucault inserta fundamentos de extrema importancia para que comprendamos el sistema discursivo, las formaciones del discurso, la función del enunciado, la noción del archivo, el concepto de discontinuidad y, más adelante, lo que es la arqueología. En este trayecto analiza:

“(...) cómo surgen las afirmaciones de verdad, qué fue lo que de hecho se dijo y escribió, y como esto encaja en la formación de los discursos. Quiere evitar toda interpretación y alejarse de los objetivos de la hermenéutica. Esta postura permite que Foucault se aleje del punto de vista antropológico y se enfoque en el papel de las practicas discursivas.”[2]

El filósofo no está interesado en buscar ni el sentido, ni los orígenes de los significados que involucran el tema del discurso. Se preocupa de analizar los enunciados inseritos en un sistema discursivo dinámico y en un contexto histórico. En contrapartida a una idea de historia tradicional que tiende a aislar los acontecimientos en una larga continuidad homogénea, el filósofo desarrolla un modelo en que vislumbra la historia y el tiempo como una gran sucesión de discontinuidades y rupturas.

“Para la arqueología del saber los fenómenos simplemente comienzan en puntos históricos particulares, no se originan en algún lugar que seria como el lugar propio de su verdad: un espirito de época, una mentalidad colectiva o una conciencia individual, en una única palabra, un sujeto. El tiempo es una sucesión de discontinuidades, de comienzos en los ya-comenzados; no es el devenir de un pensamiento o de una razón que, desde su origen, se arrastra en la evolución lenta y continua de su progreso.” [3]

La noción de documento histórico de acuerdo con la arqueología también va  a distanciarlo de la historia tradicional, pues ésta no es comprendida como un simple instrumento que contiene memorias del pasado, sino como una construcción teórica que revelará un complejo sistema de enunciados. Al describir todas las relaciones implicadas en este campo enunciativo, Foucault introduce la definición de archivo en su obra. Pero antes de acercarnos a esta definición, es importante que consideremos los temas del sistema, de la positividad, del apriori histórico y obviamente del  enunciado.

En una entrevista realizada en el año de 1966, publicada en la revista La Quinzaine Litettéraire[4], Foucault trata de una noción fundamental que está presente en su obra filosófica: el sistema. Menciona la importancia de la ruptura que el antropólogo Léviss-Strauss y el psicoanalista Jacques Lacan tuvieron con la noción de sentido, presente en la concepción humanista representada por el discurso filosófico del francés Jean Paul Sartre. Estos pensadores, que representaron el movimiento estructuralista en Francia, cuestionaron las ideas de sujeto procedentes de las construcciones filosóficas de Descartes,  Kant, Hegel, Marx, del existencialismo y de la fenomenología, y observaron que el sentido posee un papel insuficiente, superficial y poco explicativo en la concepción del hombre. De acuerdo con ellos, es el sistema lo que atraviesa profundamente al ser humano, lo determina y lo sustenta en un contexto histórico.

En la introducción del libro Estructuralismo: antología de textos teóricos, Eduardo Prado Coelho describe la noción de sistema para Foucault develando, principalmente, su aspecto vertiginoso y su característica anónima. De acuerdo con el autor, el sistema posee una inscripción invisible, que representa una experiencia de vaciado, de exterioridad total y de ausencia de fundamento.[5]

Según Foucault, un sistema organizacional estaría presente en todas las civilizaciones pasadas, en el dominio de la biología y en el propio lenguaje, sería el fondo sobre el cual los pensamientos brotan, sería un lugar en que aparece la relación enunciativa:

“Por sistema se debe entender un conjunto de relaciones que se mantienen, se transforman independientemente de las cosas que estas relaciones religan. (...) Antes de toda a existencia humana, antes de todo o pensamiento humano, habría ya un saber, un sistema que nosotros redescubrimos...” [6]

Al iniciar el capítulo El apriori histórico y el archivo, que se integra en la obra La arqueología del saber, Foucault describe lo que entiende por positividad y a priori histórico. En su discurso filosófico, estos términos desempeñan el mismo papel. La positividad es comprendida como un elemento concreto, histórico, dinámico y transformable. La positividad de un discurso garantiza un espacio delimitado de comunicación, posibilita la ocurrencia de un campo enunciativo y crea condiciones para que las formaciones discursivas sean permitidas e inteligibles. Su noción de a priori histórico nos desvela que éste es percibido como un campo de conocimientos, juicios y elementos formales que están vinculados con un contexto histórico ya dado, es el espacio en que encontramos las cosas evidentemente dichas.

El enunciado puede ser entendido como los conceptos que rigen el orden discursivo. Al buscar los rasgos que distinguen su singularidad, concluye que no se trata aisladamente de unidades de proposición, de frase y de actos discursivos (speech act), como proponen respectivamente los lógicos, los gramáticos y los analistas. Según Foucault, el enunciado no es en sí mismo una unidad. Es una relación de enunciados, una función que pone en relación las unidades de frase, proposición, actos discursivos, serie de signos y formulaciones equivalentes. El enunciado hace que estas unidades posean contenidos concretos, surjan en un juego en que pueden relacionarse con un campo de objetos, hace que sean, a la vez, aprehendidas, utilizadas, repetidas y ocupen posiciones subjetivas. La función enunciativa sitúa estas diversas unidades en una dinámica espacio - temporal, en el que prevalecen la condición y la coexistencia.

En el sistema discursivo hallamos un sistema enunciativo constituido por temas, ideas, conceptos y conocimientos que se caracterizan por la discontinuidad, el desorden, la heterogeneidad, la complejidad, la actividad y la dispersión: el sistema archivístico.

“(...) En lugar de ver alinearse, sobre el gran libro mítico de la historia, palabras que traducen en caracteres visibles pensamientos constituidos antes y en otra parte, se tiene, en el espesor de las prácticas discursivas, sistemas que instauran los enunciados como acontecimientos (con sus condiciones y su dominio de aparición) y cosas (comportando su posibilidad y su campo de utilización).  Son todos esos sistemas de enunciados (acontecimientos por una parte, y cosas por otra) los que propongo llamar archivo.” [7]

Para aclarar un concepto fundamental en la perspectiva de Foucault, señalamos que el archivo no es la totalidad de documentos concebidos en el pasado, que posee la finalidad de preservar la memoria y la identidad de una cultura. Este bagaje de registros y discursos puede ser vislumbrado como una manifestación empírica, singular y concreta de un sistema archivístico.

El archivo es el “sistema general de la formación y de la transformación de los enunciados[8], es todo lo que compone las relaciones enunciativas. Es un juego dinámico de reglas en una cultura, que proporciona la aparición, la manutención y la desaparición de los enunciados, garantizando la aparición de estos últimos como cosas y acontecimientos singulares. Estas reglas del sistema archivístico (puestas en acción en un momento dado por una práctica discursiva) posibilita la forma, la definición, la ruptura de la linealidad, el agrupamiento, la preservación y dispersión de los elementos que constituyen la totalidad de los enunciados. Entre la perspectiva de la tradición del pasado y de la ausencia de la función mnemónica, el archivo garantiza la subsistencia y la continua transformación de un campo discursivo. Hace que las cosas que fueron dichas:

“(...) no retrocedan al mismo paso que el tiempo, sino que unas que brillan con gran intensidad como estrellas cercanas, nos vienen de hecho muy lejos, en tanto que otras, contemporáneas, son ya de una extrema palidez.(...)”[9]

Por medio de cuestiones que repasan los temas de la posibilidad de describir el archivo, de la aproximación al bagaje histórico de un archivo general y de la importancia de enfocar el campo enunciativo, el autor concluye que el principio de existencia del archivo no está en la actualidad, sino en la orilla del tiempo que nos circunda. Empieza en el margen que envuelve nuestro discurso y termina en el margen de lo que está fuera del dominio de nuestro lenguaje, de lo que no podemos decir. Al realizar una lectura de Michel Foucault, el pensador Gilles Deleuze afirma:

“La historia es el archivo, es la configuración de lo que somos y dejamos de ser, mientras el actual es el esbozo de lo que vamos nos tornando. Siendo que la historia y el archivo son lo que nos separa aún de nosotros mismos, y el actual es ese otro con lo cual ya coincidimos.” [10]

Foucault nos llama la atención acerca de la imposibilidad de describir absolutamente la totalidad de archivos de una época, de una civilización, de una sociedad y de un individuo, pues es en el interior de sus leyes donde producimos el discurso. A pesar de esto, podemos aprehender el archivo de manera fragmentada, separada y particularizada. El acceso al archivo garantiza la posibilidad de diagnosticar nuestra propia cultura e identidad, de reconocer el otro y el exterior, de vislumbrar la historia como diferencia, en un contexto alinear, lleno de rupturas y discontinuidades.

“Él establece que somos diferencia, que nuestra razón es la diferencia de los discursos, nuestra historia la diferencia de los tiempos, nuestro yo la diferencia de las máscaras. Que la diferencia, lejos de ser origen olvidado y recubierto, es esa dispersión que somos y que hacemos.” [11]

Al encerrar el análisis del sistema archivístico, el filósofo lo relaciona con el principio de la arqueología, ya que este término retrata los discursos como prácticas definidas en el elemento del archivo.

“(…) El derecho de la palabra –que no coincide con el de los filólogos- autoriza, pues, a dar a todas estas investigaciones el titulo de arqueología. Este término no incita la búsqueda de ningún comienzo; no emparienta el análisis con ninguna excavación o sondeo geológico. Designa el término general de una descripción que interroga lo ya dicho al nivel de su existencia: de la función enunciativa que se ejerce en él, de la formación discursiva a que pertenece, del sistema general de archivo de que depende.(...)” [12]

A partir del pensamiento de Fernando Nicollazzi podemos concluir que la arqueología de Michel Foucault posee una preocupación fundamental en pensar la temporalidad como una noción discontinua y el sujeto como una función del discurso; las posibilidades históricas no dependen de un sujeto de la historia, sino de un sujeto en la historia.

Aceptar la falta de linealidad de la historia nos permite reconocer la evidencia de los cambios del discurso y del surgimiento de nuevas reglas enunciativas. La historia, así como el sistema archivístico, el conjunto de reglas enunciativas, las formaciones discursivas y el análisis de la positividad, están en un contexto que no es acabado, definido y que tampoco se agota en un tiempo pasado. Este fondo que circunda al hombre está siempre en transformación, movimiento y en constantemente redefinición en la actualidad.

Este dinamismo y esta actualidad inacabada también se desvelan en la metodología presente en la obra de  Foucault:

“Por lo tanto, la arqueología  mantiene con la historiografía una relación peculiar: al mismo tiempo que los presupuestos teóricos de esta (el tiempo y el sujeto) son puestos en cuestión, es el propio cuestionamiento que permite la formulación de la arqueología como posicionamiento teórico para un estudio historiográfico. Obviamente, Foucault, no pretendió analizar exhaustivamente la práctica de los historiadores para elaborar las historias que practicó. Se contentó en mantener con ella un distanciamiento crítico que le garantió autonomía teórica para no encerrarse en un método único y, con esto, constituyó su trabajo como una constante busca de método.” [13]

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

CHAPSAL, M., “Entrevista con Michel Foucault”, en Estruturalismo: Antología de textos teóricos, coordenado por Eduardo Prado Coelho, Minho, Portugália Editora, 1968, pp. 29-36.

 

DELEUZE, G., “O que é um dispositivo?” Disponible en: http://vsites.unb.br/fe/tef/filoesco/foucault/art14.pdf. Acceso en: 4 jun.2010.

 

FOUCAULT, M., La arqueología del saber (1969), Buenos Aires, Siglo XXI, Editores Argentina, 2005.

 

NICOLAZZI, F.F., “As histórias de Michel Foucault”. Revista Virtual de Historia. Disponible en: http://www.klepsidra.net/novaklepsidra.html. Acceso en: 4 jun. 2010.

 

 

SITE CONSULTADO

 

http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=646

 


[1] Filósofo y psicólogo, nacido en Poitiers, Francia, Michel Foucault (1926- 1984) estudió en la École Supérieure de Paris. Encabezó los Departamentos de Filosofía de las Universidades de Clermont – Ferrand y Vincennes durante la década de 1960. En el año de 1971 fue designado profesor de Historia de los Sistemas de Pensamiento en el Collège de France. Influenciado por Kant, Nietzsche, Heidegger y Freud. Autor de obras que abordan nuevos temas relacionados con la subjetividad, la cultura, el lenguaje, el poder, el hospital, la cárcel, la clínica, la enfermedad mental, la sexualidad, la seguridad y el bienestar, tales como Enfermedad Mental y Psicología (1954), Locura y civilización (1960), Historia de la locura en la edad clásica (1961), El nacimiento de la clínica (1961), Raymond Roussel (1963), Las palabras y las cosas (1966), La arqueología del saber (1969) y Vigilar y Castigar (1974). La voluntad de saber (1976), El uso de los placeres (1984) y El cuidado de sí (1984) son tres de los seis volúmenes que el filósofo imaginó para el inacabado proyecto Historia de la sexualidad.

[2]Redacción del Antroposmoderno, Bibliografía de Michel Foucault, en: http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=646

 

[3] Fernando F. Nicolazzi, “As histórias de Michel Foucault”, en http://www.klepsidra.net/novaklepsidra.html

[4] Entrevista de Madeleine Chapsal a M. Foucault (realizada en Francia el 15 de mayo de 1966), en Estruturalismo: Antología de textos teóricos, coordenado por Eduardo Prado Coelho, Minho, Portugália Editora, 1968, pp. 29- 36.

[5] Eduardo Prado Coelho, “Introdução a um pensamento cruel: estruturas, estruturalidade e estruturalismo”, en   Estruturalismo: Antología de textos teóricos, Minho, Portugália Editora, 1968, p.LXV.

[6] Ibíd., pp. 30-31

[7] Michel Foucault, La arqueología del saber (1969), Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2005, pp. 218-219.

[8] Ibíd., p.221.

[9] Ibíd., p.220.

[10] Gilles Deleuze, O que é um dispositivo?, en http://vsites.unb.br/fe/tef/filoesco/foucault/art14.pdf

[11] Ibíd., p.223.

[12] Ibídem.

[13] Fernando F. Nicolazzi, As histórias de Michel Foucault, en http://www.klepsidra.net.

 

 Articulo revisado por pares. Interartive Editorial Board.