El Arte Público | GUISEPPINA FACCIPONTE

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Si se pregunta qué es el arte público a un interlocutor genérico, la respuesta que probablemente se obtendrá será «una estatua ecuestre u otro tipo de monumento colocado en un plaza o en otro espacio público».

Durante mucho tiempo, el arte público ha sido sobre todo esto: un ejercicio de retórica celebrativa.  Pero podemos afirmar que el arte público de la idea convencional de monumento se ha ampliado progresivamente hacia una idea de ornamento/decoración, de arreglo urbano, señal de regeneración urbana, seña de identidad y, sobre todo, «espacio relacionante, proceso relacional».

El arte público contemporáneo se caracteriza por el uso de múltiples lenguajes y medios expresivos. El significado de la propia obra se busca no sólo en la intervención artística como un fin en sí misma, sino también en la elaboración conceptual, en el trabajo preparatorio, en los curadores, en el lugar y en la comunidad que genera un proceso artístico accesible a todos y que es para todos.

“Aria” by Gonzalo Borondo for Altrove Festival 4th Ed in Catanzaro, Italy, 2017
(Photo credit by Angelo Jaroszuk Bogasz)

 

Con la expresión public art se hace referencia a una actividad de comisión, investigación y práctica artística que hace del espacio público el lugar privilegiado de intervención. Hablamos de un campo artístico muy vasto, que define un ámbito de co-proyectación entre público privado, especialistas, artistas y habitantes. El arte que crea comunidad.

La relación obra-lugar en el arte site specific sitúa al público en el centro de la obra. Es arte que, en contextos de malestar cultural y social, deviene una práctica cultural a disposición de todos y que pone al público en condición de generar relaciones personales en las contradicciones de la propia obra. Proyectos y procesos que se completan en interacción con el espectador y el espacio urbano, transformando en decisivos a los usuarios y al contexto. Estamos hablando de un arte site specific que modifica la mofología de las ciudades y el territorio, convirtiéndose en un acto que activa procesos de regeneración/revitalización urbana y humana.

Performances e instalaciones que ponen en comunicación a las áreas urbanas con las personas que las habitan, instándo a éstas a mirar a su alrededor. Acciones desarrolladas en relación a la idea del espacio urbano como lugar sobre el que actuar, una impostación ideológica y una apertura crítica que influencia a los curadores y que se refleja en la elección de los sitios y los artistas con los que inicar el «proceso». No son sólo simples espacios públicos contenedores, sino lugares que ofrecen una posbilidad de diálogo entre los artistas y la ciudad que los acoge. Hablamos, por tanto, de obras que tienen una estrecha relación con el ambiente en el que se insertan: un vínculo sociológico.

Creo personalmente que este es el elemento que hace que la obra se adapte al espacio público en el que se inserta, es decir, el conjunto de procesos que se activan en el diálogo con los habitantes, los curadores y la interacción con la performance artística.

La obra de arte nace como respuesta a una pregunta sobre la existencia y cada época responde de formas diversas. Hoy el arte en el contexto público tiene la necesidad de activar un diálogo con el territorio, de hablar de contemporaneidad y de memoria, de transformación social y política utilizando nuevas prácticas.

Se vuelve importante implicar a las instituciones públicas, que pueden instaurar colaboraciones importantes para trabajar en una nueva idea de territorio con la que y sobre la que activar acciones de recuperación de los lugares. 

 

“Double Landscape” by Andreco in Villa Ada, Roma, Italy, 2017
(Photo credit by Lorenzo Vecchio)

 

El paradójico street art, nacido como expresión fuera de lo ordinario y a menudo etiquetado, juzgado, como acto de vandalismo, hoy es considerado sin embargo, cada vez más, un recurso. El movimiento se ha institucionalizado prograsivamente con las entidades municipales, en colaboración galerías, museos y grandes cooperativas.

Desde los años 2000 ha habido un incremento de muestras y festivales que promueven la realización de grandes obras, y cada vez más, la experimentación con nuevos soportes. Manifestaciones artísticas, culturales y sociales basadas en la expresión de la propia creatividad a través de intervenciones directas sobre el tejido urbano. Un instrumento de comunicación muy potente, que crea un diálogo entre artista y ciudad, que genera una fuerza capaz de impulsar al ciudadano a salir de sus propias viviendas aceptando/criticando la historia que se les cuenta, pero sin duda viviéndola, incitando y generando momentos de encuentro entre el arte y los ciudadanos que raramente se pueden vivir en las salas del museo.

Obras que nos rodean animándonos, a través de sus señales, a pensar y reflexionar sobre lo que nos rodea, no sólo idealmente sino también físicamente. Entre proyectos de base e inicitivas institucionales, el intento de operar sobre el plano social y cultural mediante el arte y con procesos de revitalización de los lugares, restituye siempre una gran vitalidad; los lugares marginales se convierten en espacios de agregación.

El arte público se basa en la idea de compartir el territorio, preveyendo formas de particiapación e inclusión, dando así al ciudadano la posibilidad de vivir los espacios urbanos e impulsando que se vivan más de cerca las transformaciones de los lugares en que se habita. El arte público es una parte vital del tejido urbano de nuestras ciudades.

Creo que es responsabilidad de nuestras instituciones públicas dedicar recursos a llevar el arte a los espacios públicos, en tanto que es un medio de comunicación que consigue generar sentido de pertenencia y respeto por la «cosa» pública.

Ocuparse del arte público quiere decir también construir una narración abierta y positiva, capaz de recuperar la «confianza» en el arte y su capacidad de incidir sobre la vida de cada uno de nosotros. Así, la relación entre arte público, comunicación y documentación es fundamental.

En los últimos años estamos asistiendo a una gran difusión de proyectos de transformación transitoria de lugares y paisajes, acciones participativas, pequeños gestos cotidianos llevados a cabo al aire libre.

El componente inmaterial de estas intervenciones es sin duda lo efímero, que deja amplio espacio a la documentación de obras no destinadas a ser inmortales, a las que corresponde estructurar una continuidad dentro de recorrido evolutivo del arte. Hablamos de la documentación y «conservación» del arte público contemporáneo, de su puesta en valor y del componente efímero creado por la relación entre personas-obras-lugares. Los valores de los artistas de las últimas generaciones, de hecho, se caracterizan por un marcado componente de «precaridad» ligado al procedimiento artístico que refleja la época en la que vivimos, y a la conservación que pone en juego una serie de cuestiones de difícil resolución.

¿Cual es el papel de la documentación y el monitoraje para «alargar» la vida de las obras? Son muchos los proyectos que se porponen poner a disposición del público una experiencia innovadora del patrimonio de arte público. Aproximaciones con materiales y documentos que ilustran la producción artística reciente, recogiéndola de modo orgánico y garantizando el disfrute publico: fotografía, vídeo, libros, proyectos editoriales. A la actividad de producción artística, se suma así el registro y la documentación. 

“Incipit” by Edoardo Tresoldi for Meeting del Mare festival in Camerota, Italy, 2015
(Photo credit by Fabiano Caputo)

 

La experiencia de Castrofilippo

Partimos del reconocimiento de que hoy los espacios abiertos al paisaje urbano han perdido su función más específica de teatro de procesos de agregación social, convirtiéndose en espacios cada vez más vagos en los que las transformaciones en curso consiguen, más que nada, empobrecer su significado y su uso. A menudo relegados a ser lugares de transición, de pasaje, privados de identidad y de capacida agragadora. En la nueva forntera de los espacios abiertos, el espacio se hace cada vez más y sólo «espacio», que és público sólo cuando hay un público.

¿Puede el arte ser un instrumento para renovar la imagen de una ciudad y restituir el sentido de pertenencia de sus habitantes? 

Pensamos entonces que el proyecto de los espacios se puede relacionar efizcazmente con la instalación de obras de arte con el objetivo de crear una relación biunívoca entre obra-espacio, y así crear el lugar. Como afirma Dennis Oppenheim, «la obra no se coloca en un lugar, es el lugar».

La palabra clave es, pues, «proyecto»: pensar que una interveción artística se convierta en parte integrante de un proyecto urbano. El arte es por tanto un acto de cienciencia proyectual.

Este es uno de los principales objetivos sobre los que se constituye el grupo de trabajo cufù: un proyecto de arte público en Sicilia, que se renueva cada temporada con un festival, implicando a los habitantes del lugar.

cufù es un proyecto de regeneración urbana y cultural que pretende activar un proceso de revitalización e integración de los espacios urbanos, transformando áreas marginales de la ciudad en lugares de valores compartidos.

En cuatro años ha sido una muestra in crescendo que ha transformado Castrofippo, un pueblito de Agrigentino, en un museo difuso al aire libre.

Son diversas las disciplinas que han permitido investigar varias posibilidades de relación entre arte y espacio urbano. Pintura, música, poster, vídeo, fotografía han llenado el vacío cultural, animando a las personas a mirar lo que las rodea, reflejando la condición social actual y convirtiendo al espectador en parte de la propia obra.

Cufù Festival se presenta como un laboratorio de redes con la región, un lugar atractivo y abierto, para socializar y experimentar las culturas urbanas, y un punto de referencia para activar mecanismos de inclusión y empoderamiento de las nuevas generaciones. Un lugar físico en el que performances e instalaciones ponen en comunicación las áreas urbanas con las personas que las habitan.

Y en estos contenedores, los artistas se valen de la estética experimentada, trasformándola en un impulso para incentivar la creatividad.

Las intervenciones estimulan el interés de los habitantes, hacia sí mismos y hacia el sitio en que viven, a menudo caracterizado por el abandono y el deterioro, con un proceso de reactivación y estimulación visual.

Cufù ha llavado a cabo un análisis y una «escucha» de los lugares, pero sobre todo de los habitantes. La idea es reafirmar el vínculo con Castrofilippo, un vínculo de identidad y pertenencia perdida en el tiempo, mediante una intervención artística en el barrio que reconfigura el lugar.

Con los años cufù propone un festival de arte urbano que tiene como hilo conductor la «proyectación participada», por tanto, la implicación de los ciudadanos, desde la perspectiva de una única gran intervención de revitalización.

Iniciativas orientadas a la creación de un networking cultural y social, a través de la interacción entre quienes aportan interés y los habitantes, con la finalidad de acrecentar el sentido cívico y de pertenencia al lugar.

El objetivo es volver a dar vida y un nuevo aire a un publecito como Castrifilippo, educando a las personas en una nueva conciencia del territorio, del habitar en un lugar y de vivirlo en comunidad.

El grupo de trabajo cufù ha desarrollado un estudio de las dinámicas sociales en la que se debe poder basar el festival, asumiendo que las personas pueden producir un cambio. La «proyectación participada» es un método que contrasta la actual tendencia al aislamiento de las realidades urbanas. Y no por casualidad la elección de los sitios se orienta a refundar un sentido de vida en comunidad.