En 1992, la teórica Mary Louise Pratt definió “zonas de contacto” (contact zone) los espacios sociales en los que la cultura del colonizador y del colonizado entran en contacto y a veces se fusionan para crear algo nuevo. En estos lugares confluyen y entran en comunicación culturas que han tenido, geográfica e históricamente, trayectorias separadas. Pratt toma en préstamo el término “contacto” desde el ámbito de la lingüística para llevarlo al lugar donde se manifiesta el término “contacto”:
(…) the term contact language refers to improvised languages that develop among speakers of different native languages who need to communicate with each other consistently, usually in context of trade.[1]
Como estas lenguas, también las sociedades nacidas dentro de las zonas de contacto son consideradas “caóticas” y “bárbaras”, sin embargo en ellas se revelan las «interactive, improvisational dimensions of colonial encounters».[2] La teórica empieza sus formulaciones a partir de la escritura de viaje, analizando la construcción de la imagen de los colonizados por parte de los europeos. El modo en que los viajeros de Europa difundieron sus creencias, interpretaciones y representaciones en los territorios colonizados produjo según la teórica también una colonización cultural:
Las zonas de contacto tienen con frecuencia su origen en la invasión y la violencia y se traducen en formaciones sociales que se basan en drásticas desigualdades. A menudo también entrañan lo que se ha llamado ‘heterogeneidad radical’, es decir, estructuras sociales en las que, en un mismo espacio, coexisten sistemas culturales muy diferenciados que interactúan entre sí.[3]
Las zonas de contacto analizadas por otra teórica americana se extienden desde Latinoamérica a un análisis más generalizado de las políticas sociales y culturales a nivel mundial. Si la primera toma en préstamo el término “contacto” de la lingüística, Emily Apter usa la palabra “zone” de la literatura para referirse a diferentes espacios teóricos: las “diasporic language communities”, el “border cross”, el ámbito massmediático y los programas en las instituciones y en las universidades. Su referencia literaria es un poema titulado “Zone”, en el que Guillame Apollinaire definía los lugares de la periferia de París, caracterizados por la inmigración, la bohemia y la marginalidad, como territorios psicogeográficos. A partir de esta formulación Apter elabora el concepto de “Translation zone” para referirse a las zonas políticas en las que la traducción se considera un medio para la formación y reformulación social. La teórica americana analiza la traducción a partir de las implicaciones políticas y lingüísticas que se determinaron después del 9/11, y a partir de este acontecimiento político y social de enorme importancia en la constitución del terrorismo contemporáneo, evidencia como la “traducción errónea” (mistranslation) es parte de una estrategia general para reconstruir las imágenes y sus significados. En las condiciones de guerra, por ejemplo, la traducción como acto de fidelidad fallece (nontranslatability).[4] Esta misma intraducibilidad de las zonas de contacto ha sido puesta en evidencia por los Travelling Theories que han revelado la unión y la relación a menudo conflictiva entre culturas diferentes coexistentes en un mismo lugar.
Entre los teóricos más destacados que se han encargado de analizar la construcción de las identidades por medio de la escritura de viaje destacan Edward Said con su ensayo titulado “Travelling Theory” y James Clifford con su libro titulado Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century.[5] El primero, dentro de la perspectiva postcolonial, desafía la propensión por parte de la construcción teórica occidental de encuadernar las ideas en un espacio estable e inmóvil. Said afirma que como las personas también las ideas y las teorías viajan. La circulación de ideas lleva, según él, a crear «influencias inconscientes» o «apropiaciones creativas e indiscriminadas».[6] En la misma línea, aunque con argumentaciones más generales, el libro de Clifford se enfoca en la cultura como derivada de los “cosmopolitismos interconectados” (interconnected cosmopolitanisms).
Por medio del viaje estas interconexiones aumentan la producción de conocimiento, historias, tradiciones, música, libros y otras expresiones culturales. En este sentido, para él, el viaje es como una forma de traducción: por medio del proceso de traducción se aprenden las historias y las culturas de los otros. Una comparación más directa entre el viaje y la traducción se delinea en la expresión “texto que viaja” propuesta por Michael Cronin. Para Cronin el texto viaja en el movimiento que lleva una lengua a la otra. El viaje es por tanto una manera de revelar la pluralidad de los textos traducidos:
The implicit purpose of translation is to make the original text travel. The text travels into other languages and, in this movement, the multiplicity of origin is revealed. It is precisely because texts are translated into many languages that origins are shown to be intrinsically plural.[7]
Más allá de ser un lugar neutro, la traducción es por tanto el lugar en el que se establecen ciertas políticas culturales y lingüísticas y que afectan la herencia literaria, la preservación y la diseminación. En su otro libro titulado Translation and Identity, Cronin argumenta la importancia del fenómeno de la migración (migration) en los debates que se centran en el análisis de la identidad, la cultura y la lengua. Desde el mito de Babel a la contemporánea sociedad actual, la migración ha jugado un papel fundamental en la relación entre la traducción, el lenguaje y el interculturalismo; lo que ha determinado asimismo la formación de las identidades y sus peculiaridades. Indudablemente la cuestión de la identidad se relaciona con la cuestión general del nacionalismo y de las políticas desarrolladas para preservar los espacios físicos y simbólicos de una determinada colectividad. En este contexto, la identidad nacional y de sus ciudadanos se enfrentan a la traducción a partir de unos tópicos fundamentales: el nuevo cosmopolitismo, la migración y la interpretación de las identidades.
La traducción es un elemento clave dentro de la formación de las identidades en un mundo global interconectado. El fenómeno de la globalización como noto ha cambiado el sentido de los términos local y global debido sobre todo al constante movimiento de los migrantes. Cronin argumenta que el fenómeno general de la globalización ha generado una nueva forma de micro-cosmopolitismo basado en la doble naturaleza de la experiencia cultural, aquella específica de un lugar y la conectada con el resto del mundo.
En general, la propuesta de Cronin implica una diferencia entre el cosmopolitismo, cargado de discursos politizados acerca de la diferencia, y el micro-cosmopolitismo, cuya peculiaridad se basa en subrayar las identidades locales que, en su relación con el movimiento y el intercambio, definen los micro-niveles de la sociedad como lugares capaces de desafiar el monopolio de la ideología cosmopolita:
Indeed, if one of the recurrent criticisms of cosmopolitan approaches has been the charge of cultural, economic and political elitism, then a micro-cosmopolitan awareness is vital to a proper democratization of inquiry and response. The micro-cosmopolitan movement, by situating diversity, difference, exchange at the micro-levels of society, challenges the monopoly (real or imaginary) of a deracinated elite on cosmopolitan ideals by attempting to show that elsewhere is next door, in one’s immediate environment, no matter how infinitely small or infinitely large the scale of investigation.[8]
La investigación acerca del microcosmopolitismo se revela en diferentes niveles de la sociedad, desde lo cotidiano -a través del intercambio entre individuos de una comunidad, muchas veces de origen variado y, por tanto, de habla y culturas diferentes-, hasta un nivel micro político que determina la necesidad de traducir dentro de la óptica de las interconexiones que mueven las economías y los poderes globales. Así, una sociedad democrática, esté unida a la idea de nación o no, debe enfrentarse a un “diferencialismo fractal” (fractal differentialism)[9], concepto que expresa la complejidad cultural de nuestras sociedades contemporáneas en continuo movimiento.
[1] Mary Louise PRATT, Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation. Nueva York: Routledge, 1992, p. 6.
[2] Ibídem, p. 7.
[3] Mary Louise PRATT, “Apocalipsis en los Andes: zonas de contacto y lucha por el poder interpretativo”. Programa de Conferencias del Centro Cultural de BID. 29 de Marzo 1996. Pdf de la conferencia disponible en Internet:
(http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&ved=0CDMQ...)
[4] Emily APTER, Translation Zone: A New Comparative Literature. Princeton: Princeton University Press, 2006, p. 15-16.
[5] James CLIFFORD, Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century. Boston: Harvard University Press, 1997.
[6] Edward SAID, “Traveling Theory”. En: The World, the Text and the Critic. Cambridge: Harvard University Press, 1983, pp. 226-247.
[7] Michael CRONIN, Across the Lines. Travel, Language, Translation. Cork (Irlanda): Cork University Press, 2000, p. 100.
[8] Ibídem, p. 16-17.
[9] Ibídem, p. 15.