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Este año, el tema del festival Ars Electronica, The Big Picture, ha sido una invitación a pararse a reflexionar sobre el estado en el que se encuentra la humanidad actualmente: una realidad compleja y compuesta por puntos de convergencia cada vez más grandes y evidentes, en lo bueno y en lo malo.
Después de los cambios repentinos de los últimos dos años y la crisis en que ha entrado el sistema capitalista, probablemente el mundo no podrá volver a ser nunca más lo que era antes y muchos se están preguntando cuál será su futuro, mientras que otros están trabajando activamente para rediseñarlo. Y reinventarse se está convirtiendo prácticamente en una necesidad también para las instituciones y eventos culturales, por lo visto, incluso para los más consolidados. El mapa de la austeridad propuesto por The Guardian lo demuestra, llenándose cada día de más teatros, orquestas o compañías de danza sujetos a severos recortes o desaparecidos debido a la situación económica insostenible. En muchos casos, tratar de mantener un formato que se ha sobredimensionado puede provocar decepción y descontento, pero encontrar el equilibrio adecuado entre las expectativas del público y los muchos factores que afectan a la supervivencia de los eventos culturales (especialmente los de gran envergadura) requiere cada vez más habilidades de malabarismo.
En este sentido, el festival de este año ha acertado de lleno, convirtiéndose en la representación misma del tema propuesto: en esta edición aparecía cansado y flojo, pero en su interior albergaba muchas comunidades activas en su deseo de cambio, justicia y una mejor distribución de los recursos.
La atención a los focos de rebelión que se han encendido recientemente en todo el planeta encontró explícito desahogo en un panel de un día entero, titulado Everyday Rebellion, al que por supuesto fueron invitados los hermanos Riahi, autores de la homónima plataforma transmedia que, además de proponer documentación vídeo y ofrecer gratuitamente materiales para los propios alborotos cotidianos, está realizando un largometraje. Acompañados por la experiencia de la activista sirio-española Leila Nachwati, también presentaron sus proyectos Sherien Al-Hayek (miembro de la comunidad de jóvenes artistas, diseñadores, blogueros y activistas que sustentan el proyecto Syrian People Know Their Way, ganador del Golden Nica en la categoría Digital Communities), Hexie Farm (un ilustrador chino que con sus cómics se burla de la propaganda y la censura en su país) y la jovencísima Agnes Aistleitner (ganadora de la categoría u19 con su cortometraje State of revolution acerca de la primavera egipcia).
La tarde continuó con la presentación de proyectos no tan directamente políticos, pero en cualquier caso enfocados a subvertir las reglas y encontrar formas espontáneas y libres de llevar a cabo operaciones cotidianas superando las restricciones impuestas por sistemas económicos y legales inadecuados y obsoletos, tales como los derechos de autor y las patentes. Por ejemplo, Golan Levin y Shawn Sims han diseñado un kit universal que permite jugar a las construcciones combinando piezas de diferentes marcas, mientras el proyecto Apertus invita a hacer cine con equipos profesionales open source de bajo coste.
La presencia de este espíritu rebelde y creativo era palpable en varias secciones del festival. En algunos casos, las obras parecían caer más en el área de diseño que del arte (de hecho, la frontera se está haciendo cada vez más borrosa, pero no inexistente). Y a algunos proyectos les faltaba ir un paso más lejos para conseguir imponer con mayor firmeza su fondo crítico más allá de la simple aunque fundamental intención del autor. Es el caso, por ejemplo, de Memopol-2 – Golden Nica para el arte interactivo del estonio Timo Toots – una máquina con aspecto distópico capaz de mostrar todos los datos públicos relativos a una persona a partir de su documento de identidad. Más logradas en su intento provocador parecían algunas de las obras de la exposición Out of control - What the Internet Knows about You, donde, por ejemplo, era posible experimentar la ya conocidísima Newstweek de Julian Oliver y Danja Vasiliev.
Entre las menciones honoríficas de la categoría Interactive Art, aparece también Occupy George, de los estadounidenses Ivan Cash y Andy Dao, que han puesto en circulación en los Estados Unidos billetes de un dólar estampados con datos infográficos relativos a la desigualdad económica entre el 99% y el 1% de la población mundial. En la exposición se pusieron a disposición del público los sellos que los autores del proyecto usaron para añadir su mensaje en los billetes.
Esta energía fue capaz de contagiar incluso al titánico evento al aire libre de la noche del sábado, que cada año atrae a miles de espectadores locales y los sorprende con efectos especiales dignos de Hollywood. Entre las figuras tridimensionales formadas en el cielo por los cuadricópteros, los bailarines luminosos en traje blanco, las fuentes de colores y pantallas gigantes, en los edificios circundantes se proyectó el rostro emblemático de Anonymous (tal vez un poco banalizado en aquel contexto), mientras que entre las miles de letras luminosas traídas por el público para participar de la performance colectiva, algunas se compusieron para escribir la frase “Free Pussy Riot” en la cubierta principal del Ars Electronica Center.
Más allá del activismo y del arte crítico, el programa del Ars Electronica ofrecía obras y performances para todos los gustos, con una predilección especial por aquellas con un fuerte componente científico. Destacaron en particular la presencia de Joe Davis (ganador, con su Bacterial Radio, del Golden Nica en la categoría Hybrid Art) y de varias de sus obras, la elegante instalación Desire of codes de la japonesa Seiko Mikami, la evocadora Between | You | And | Me de la artista sonora alemana Anke Eckardt (que en algunos aspectos recuerda a la estupenda instalación del 1973 de Anthony McCall Light describing a cone, que tanto sugirió a Gordon Matta Clark) y especialmente Moon Goose Analogue, el proyecto de Agnes Meyer-Brandis inspirado en el libro The Man in the Moon, del 1638. El espacio no nos permite describir aquí en el detalle este trabajo extremadamente poético y la magnífica capacidad de la artista de confeccionarlo y narrarlo, pero invitamos a los lectores a descubrirlo en su página web. Sin duda nos ayudó a entenderlo y enamorarnos de él la presentación de su autora en un panel, mientras que la mayoría de las obras de Hybrid Art propuestas en el cubo blanco (desgraciadamente!) de la exposición CyberArts 2012 mantuvieron un cierto aura de misterio, por su complejidad y sobretodo por la falta de explicaciones exhaustivas que compensaran la elección de exponerlas exclusivamente en forma de documentación.
Otro invitado muy grato fue Julius Von Bismarck, quien el año pasado ganó el premio Collide@CERN, gracias al que ha tenido la oportunidad de desarrollar un proyecto acompañado por científicos expertos. El resultado ha sido Versuch unter Kreisen, una fascinante e imponente escultura cinética compuesta por cuatro lámparas en constante movimiento circular que permiten visualizar las principales leyes de la física. Durante el festival, la obra se instaló en el centro de arte contemporáneo OK, junto con las otras obras premiadas.
Este año, la Campus Exhibition estaba dedicada al máster de Sound Studies en la UdK-Berlin University. Notable Klangbild Digi.flat 90-12 de Korinsky, una serie de escáners en movimiento montados en la pared sin sus tapas que generaban un sugerente fenómeno estético. Interesantes también las planchas metálicas esculpidas al sonido (literalmente) de las balas disparadas por una máquina neumática, de Harald Christ, y Feld III de Julius Stahl, un cuadrado blanco adornado con agujas animadas por frecuencias inaudibles, con una estética en el estilo de Zimoun.
Efectivamente, la música, que en el transcurso de las ediciones pasadas siempre había llenado los espacios más ligeros dedicados al entretenimiento, este año ha jugado un papel protagonista. Además de los grandes conciertos ofrecidos cada año y la noche de instalación/performance en la Catedral (en esta edición a cargo de Rupert Huber), el Ars Electronica dedicó por completo al arte sonoro su último día, en el que se celebraron los galardones de la categoría homónima, el 25º aniversario de la Kunstradio, la disponibilidad del potente sound system montado para el Klangwolke en el Donaupark y algunos proyectos desarrollados en la Universidad de las Artes de Berlin. Probablemente, el público bastante reducido de estos eventos habría cambiado de buena gana la cantidad por la calidad y, sobre todo, habría apreciado mucho más algunas piezas con unos cuantos decibelios menos. Pero, en todo caso, cualquier iniciativa que eleve el arte sonoro al mismo nivel que aquel que produce resultados visuales debería acogerse siempre con cierto favor.
En este artículo no hemos podido describir muchísimos de los contenidos del festival, pero no hay que preocuparse: tanto los catálogos en PDF como el archivo completo de las varias ediciones, del 1987 hasta la actualidad, se pueden consultar de forma gratuita en la página web del Ars Electronica. El pasado, reciente o remoto, ya no es un problema: las grandes bases de datos online hoy en día permiten documentarlo y compartirlo con facilidad. La gran incógnita es el futuro, y desde este punto de vista sólo podemos quedarnos esperando o, mejor aún, arremangarnos para darle forma, con los medios a nuestro alcance, a cualquier precio. Y, probablemente, en el 2013 el Ars Electronica tendrá mucho que contar…
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