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Marcel Duchamp playing chess
Debido a mi contacto muy próximo con los artistas y jugadores de ajedrez, llegué a la conclusión de que no todos los artistas son jugadores de ajedrez, pero todos los jugadores de ajedrez son artistas. (Marcel Duchamp, 1952).
Apertura
En el mundo del ajedrez, en general, se define a un jugador partiendo de dos características - estratega o táctico. El primero sería aquel que conduce la partida con ritmo lento, moviendo las piezas más bien por la conquista del espacio y posición en el tablero, hasta un remate tranquilo. Diferente sería el jugador táctico: aquel que sugiere, desde la apertura, líneas de movimiento agresivas, muchas veces sacrificando las piezas propias en nombre del riesgo y los lances definitivos. El gran jugador, sin embargo, es aquel que consigue aunar las dos características, proponiendo un equilibrio entre táctica y estrategia.
Marcel Duchamp era, antes que cualquier cosa, un jugador de ajedrez - en tanto que artista o en tanto que jugador de ajedrez en sí. Como un estratega que analiza posiciones, estudiaba el funcionamiento de sistemas, se prolongaba en silencios y una especie de fugas a lugares distantes, como los meses que pasó en Munich, en 1912, mientras las vanguardias hervían en Francia o incluso el viaje que hizo a Buenos Aires, ya a finales de la década de 10. Como un táctico que golpea para volver el juego inestable, sacrificaba las piezas propias para abrir la partida - la historia - haciendo temblar los conceptos dominantes. El mismo Duchamp envía su "Fuente" con la firma de R. Mutt al Salón Arensberg, en Nueva York, en el año de 1917, creando un choque general y sugiriendo una revisión del propio concepto de arte.
Las relaciones entre Duchamp y el juego de ajedrez son ciertamente muy curiosas. Primero, es necesario partir de la idea de que, antes de ser artista, era un jugador. "Mi ambición es ser jugador de ajedrez profesional", dijo, en cierto momento de su vida. Pasó mucho más tiempo dedicado al juego que a cualquier otra cosa - inclusive al arte. Principalmente en el período entre finales de la década de 1920 y el inicio de la década de 30, alcanzó excelentes resultados en torneos, llegando a competir con los mejores jugadores del mundo - en el Torneo Internacional de Paris, en 1930, derrotó el campeón belga, George Koltanowski, y empató con Xavier Tartakower, campeón del torneo, tal vez los dos mayores resultados de toda su trayectoria de jugador. En los años siguientes, participó en competiciones internacionales representando al equipo francés al lado de Alexander Alekhine, al que había vencido, años antes, el campeón mundial José Raúl Capablanca.
Duchamp, que llegaba a pasar cinco horas solucionando problemas de posición, también tradujo libros y hasta escribió sobre ajedrez - publicación que se transformó en una obra rara. En la biografía, escrita por Calvin Tomkins, aparecen algunas curiosidades. Tomkins, por ejemplo, relata que el juego de ajedrez fue el motivo encontrado por John Cage para aproximarse a Duchamp, que era bastante reservado. Cage dijo que estaba muy interesado en aprender a jugar y pensó en Duchamp como profesor. Cuenta también que la muerte del artista, en Paris, fue anunciada primero por la columna de ajedrez del periódico "Le Fígaro". El biógrafo afirma también que una de las mujeres de Duchamp, cierta vez, como forma de reivindicar atención conyugal, se levantó de madrugada y colocó todas las piezas de su juego en el tablero.
Duchamp era un jugador obsesivo. En muchos momentos de reclusión, jugaba por correspondencia con personas desconocidas. "Sepa que el ajedrez es mi droga", escribió, cierta vez, en una carta enviada desde Buenos Aires para una amiga en Nueva York: "Siento que estoy listo para transformarme en uno de esos maníacos que no hacen otra cosa que no sea jugar ajedrez. Todo a mi alrededor toma la forma de caballo o reina, y mi exterior sólo tiene interés para mí si sus transformaciones llevan a perder o ganar posiciones".
El Gambito
Marcel Duchamp era, sobre todo, un jugador de ajedrez - y tal idea, en este sentido, atraviesa también toda su trayectoria en tanto que artista. En sus obras aún bastante iniciales, el juego aparece como representación de una partida entre sus dos hermanos en el cuadro "El juego de ajedrez" (1910), una pintura aún convencional; en cuanto experimentación más vanguardista aparece en "Retrato de unos jugadores de ajedrez" (1911), en el cual, en lugar de mostrar a sus hermanos jugando, pintó a dos hombres "pensando" el ajedrez, una vez que ya no es posible ningún reconocimiento figurativo - la intensidad del pensamiento que invade la pintura apaga cualquier posibilidad de representación. En el cuadro "El rey y la reina rodeados de desnudos rápidos" (1912), posterior al "Desnudo que desciende la escalera" (1912), ya es posible visualizar un paso dado a la suspensión de las tradiciones de la pintura. La incorporación de una escritura non-sense se revela en los títulos y en el propio lenguaje pictórico, cuando Duchamp ya pensaba en una semi-abstracción que pudiese expresar el movimiento.
De manera menos directa, obras como "La novia puesta al desnudo por sus celibatarios mismos" [El gran vidrio], Etant donnés y hasta incluso el personaje Rrose Selávy, con frecuencia son pensadas, entre otras cosas, como grandes metáforas del ajedrez - sugiriendo toda una construcción de juego a través de las damas, pieza más versátil y poderosa del juego, y los peones, los celibatarios. Y también bastante conocida y simbólica la "performance" de Duchamp, en 1963, en la que juega ajedrez con una joven mujer desnuda, Eva Babitz, con su obra "El gran vidrio" al fondo - acción que puede apuntar no solamente hacia la propia performance, realizada por un hombre mayor, Duchamp, y una joven mujer desnuda y muy bonita, Eva, sino que puede entenderse también como un posible juego de espejo con el propio "El gran vidrio".
El Jaque
En tanto que sujeto insertado en el sistema de las artes, Duchamp hizo sus mejores lances. Como artista, en el procedimiento de lidiar con todo el sistema que se construía, Duchamp actuaba como jugador de ajedrez, jugaba. El ajedrez tal vez lo haya enseñado a no repetirse, a buscar siempre nuevas soluciones. Era gran maestro, por ejemplo, en conceder entrevistas, en esquivar y desconcertar periodistas. Como quería que sus readymades no fuesen objetos estéticos, sino indiferentes a cualquier valor de gusto, cuando un amigo le dijo, cierta vez, que consideraba todos muy bonitos, bien acabados - Duchamp, sin hesitar, en una inversión de discurso, contestó: "Mira, nadie es perfecto".
Entre la estrategia y la táctica, entre los silencios prolongados y los golpes tácticos repentinos, en fin, entre apariciones y desapariciones, Duchamp, como se sabe, fue responsable de la deconstrucción del propio concepto de arte - es decir, de la exposición radical del funcionamiento de un sistema: de la composición de sus mecanismos de valores y poderes. Tal vez, aquí, al lado del juego, también es posible la metáfora del desnudo - dejar un sistema desnudo, deshacerlo mostrando justamente sus mecanismos de construcción, atravesando sus superficies.
El envío de un readymade para el Salón Arensberg, sin embargo, debe ser leído como un golpe táctico, tal vez un jaque: lance que no define el juego, pero fuerza un movimiento del otro, el choque. Un gran maestro americano, Edward Lasker, dijo que Duchamp era un jugador que prefería arriesgarse en vez de vencer la partida de manera fea y medrosa. Y Tomkins dice que una de las cosas que a Duchamp le gustaba del ajedrez era el hecho de que sus lances más certeros se dieran según un cuadro de reglas estrictas e inflexibles.
En el ajedrez, a diferencia del juego de cartas, no hay y no puede haber trampas, y sí lances brillantes, de inteligencia: aquellos que vuelven el juego inestable y abierto - de ahí el concepto de retárd, o retraso: lo indecidible. Por eso la metáfora de las cartas, cómo dice Affonso Romano de Sant'Anna, es impropia. Duchamp no blofeaba - construía estrategias. En Duchamp, no hay definición, pero sí una tensión que se prolonga suspensa; inversiones conceptuales, escisiones y rupturas, pues el artista subvertía las reglas actuando a partir de ellas, percibiendo los huecos posibles. El artista era, sobre todo, un jugador de ajedrez que sabía realizar lances certeros en el momento más propicio. Primero, cómo un estratega, ganó posiciones para, en el momento siguiente, realizar un lance táctico, el jaque - el readymade. Pocos y certeros. Dos o tres lances de retraso e indefinición.