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Sandra Fávero
Sandra Correia Fávero (1957). Doctorado en Poéticas Visuales/ ECA/USP (2015). Maestría en Gestión de Diseño / Ingeniería de Producción e Sistemas da UFSC (2003). Bachillerato – Pintura/ EMBAP (1979). Profesora en los cursos de bachillerado y licenciatura en Artes Visuales/ CEART/ Universidad do Estado de Santa Catarina, Florianópolis (desde 1998). Actúa como curadora en proyectos expositivos. Desarrolla talleres para profesores y artistas en proyectos de Extensión Universitaria. Actividades recientes: conferencia – Estuario – Museo Victor Meirelles, 2015; exposición individual – Estuario –, Museo Hassis, Florianópolis, 2015; exposición individual – Estuario –, Museo de Grabado Ciudad de Curitiba, Solar do Barão, Curitiba, 2016.
Elenice Berbiegier: ¿Cómo fue tu formación? ¿Tu despertar como artista grabadora?
Sandra Fávero: Entré en la escuela de Música y Bellas Artes en 1976 y me gradué en Pintura en 1979. En aquella época yo era muy joven y muy tímida, pero bastante determinada. Mi interés por el arte ha estado vinculado a mi vida siempre. Desde pequeña me ha encantado dibujar, hacer caligrafía, trabajos manuales, en fin, un mundo bien femenino, pero de cierta forma pertinente a lo cotidiano de mi casa y estimulado por mi abuela paterna. Además, la casa de mi abuela era ya de por sí un espacio propicio para la formación de todo un imaginario, pues estaba repleta de objetos, armarios llenos de cosas que despertaban mi curiosidad. Convivía con un pasado que no conocía pero que me interesaba. No sabía que esas cosas tenían relación con el arte, pero me fascinaba, además, todo el espacio de la casa, del jardín, de las pinturas de artistas respetados en Curitiba - como Arthur Nísio, Traple, Guido Viaro - colgadas en las paredes de las salas, la colección de objetos antiguos dentro de vitrinas… ayudaron mucho en mi formación estética. Hoy me doy cuenta de que la atracción que sentía por todo aquello fue mi despertar. Por convivir en aquel ambiente con mi abuela, oyendo sus historias de vida durante un periodo súper importante, de los 12 a los 18 años, opté por entrar a la Escuela de Bellas Artes.
Cuando me gradué, me sentí un poco perdida en relación al futuro. Sin embrago, en el mes de enero de 1980, justo después de mi graduación, dieron un curso intensivo de litografía en el Centro de Creatividad de Curitiba, relacionado con la II Muestra de Grabado de la Ciudad de Curitiba; evento que duró hasta finales de los años noventa y que le dio mayor visibilidad al Grabado brasileño y también internacional. El curso de litografía fue mi despertar hacia el grabado, del cual no sabía nada en ese momento. Había hecho un ejercicio de xilografía en la universidad. La piedra litográfica me encantó, la forma meticulosa de enseñar todo el proceso conquistó mis días de aquel enero y me hizo sumergirme de cabeza, lógicamente en la medida de mis intereses de aquella época, todavía muy incipientes. A partir de aquel curso, se formó un grupo de artistas interesados en producir y descubrir juntos la litografía. Confieso que pasé mucho tiempo con miedo de sumergirme en el proceso de impresión, pero dibujar sobre la piedra me encantaba. En aquel momento me invitaron a participar de la III Muestra de Grabado y fui premiada. Una fiesta en mi corazón. Continué produciendo. Con la III Muestra se decidió crear el Museo de Grabado y del Solar del Barón, al que se transfirió todo el estudio de grabado donde trabajábamos. O sea, formé parte del primer grupo de artistas que frecuentaban el taller libre de grabado en el Museo del Grabado. El grupo estaba formado por mujeres artistas: Uiara Bartira y Rosane Schögel, las orientadoras específicamente de grabado en metal y litografía, por tener más conocimiento en esas áreas; Mazé Mendes, Denise Roman, Laís Peretti y yo. Mas tarde vinieron Guita Soifer, Bernadette Panek, Tulio, Andreia Las, y otros. Fernando Calderi era el supervisor general, pintor y grabador, profesor de la Escuela de Bellas Artes, que frecuentó el MAM de Río de Janeiro en los años 60 cuando el grabado estaba siendo vivido y discutido con un grupo de artistas hoy bastante reconocidos en la historia del grabado brasileño, como Anna Letycia, Edith Behring, Roberto De Lamônica o Fayga Ostrower. O sea, nuestra formación en grabado se dio a través de experiencias adquiridas por Fernando Calderari en Río de Janeiro, que son muy diferentes a las que existen en São Paulo. Ese grupo inicial hizo varias exposiciones en Curitiba y también en Joinville. O sea, para la época hicimos bastantes cosas: llevábamos la prensa a la Boca Maldita (X de noviembre) los sábados, grabábamos e imprimíamos allá. Queríamos ampliar el público.
En 1981 empecé a despertar hacia el grabado en metal: tenía toda la paciencia para insistir de todas las formas y obtener buenos resultados. En 1982 también fui premiada en la Muestra con grabado en metal. Después de eso fui con Uiara Bartira y Rosane Schlögel a Nueva York a hacer un curso de dibujo con modelo en vivo con Marshal Glasier, y con Roberto De Lamônica estudié grabado en metal y monoprint o monotipia impresa. Me quedé por allá tres meses, muy bien vividos entre el atelier en la Art Students League, las galerías y museos de la ciudad. Una verdadera escuela, puedo decir, de arte y de vida, para quien sale de su círculo restringido para ver el mundo como es. Inolvidable.
Cuando volvimos, fuimos de nuevo al atelier del Museo y en seguida fui a pasar una temporada a Alemania, a través del Instituto Goethe. Otro momento muy importante. Esa vez fui sola, viajé por Europa sola. Tenía 25 años, pero tenía la cabeza súper cerrada, direccionada solamente al grabado, lo que puede haberme dejado un poco distante de todo lo que podría haber absorbido sobre otros medios artísticos, a pesar de haber recorrido todos los museos y galerías de las ciudades que visité. Lo que quiero decir es que si en aquella época hubiera sido más abierta a nuevas experiencias artísticas, tendría muchas historias más que contar.
Cuando volví, habían cambiado algunas cosas en el Museo del Grabado. Uiara y Rosane ya no estaban, por diferencias profesionales, y yo las acompañé. Fui a trabajar al atelier de Uiara y, junto con Rosane, las tres compartíamos los gastos. Estuvimos así hasta 1986, dando clases de grabado y produciendo sólo grabado en metal y monoprint. Hicimos una exposición juntas en Curitiba. Después Uiara y yo expusimos en el Paço das Artes, en São Paulo. Hice mi primera exposición individual en la Galería del Banestado, en Curitiba; después otra en el Inter Americano y también en el Museo del Grabado, y en ese momento también comencé a dar clases en el atelier del Museo. Fui premiada en la VI Muestra de Grabado, participé en varias exposiciones, incluyendo el Salón Nacional, que en aquel momento era muy aclamado.
En aquella época también retomé la pintura y el dibujo de observación con Uiara como mi orientadora y Bernadette Panek como compañera y amiga de muchos momentos, buenos y malos.
Me alejé del estudio de Uiara en 1986. Sufrí mucho en ese momento. Internamente me sentía muy perturbada por los acontecimientos en el estudio y también por estar conviviendo con Sergio, hoy mi marido, en un período en el que él luchaba para volver a caminar y a trabajar después de un grave accidente. Pero Bernadette no me dejó desistir: salíamos a pintar, encontramos un espacio de atelier y nos quedamos pintando allí y hasta un exposición hicimos.
Sandra Fávero. Sem título, 2013/2014.
Me casé en 1987 y empecé a vivir en Florianópolis. Apenas llegué, la isla me dejó en estado de lentitud total; toda la naturaleza me embriagó de tal forma que, a parte de pintar, no hacía nada más, solo observaba.
En 1989, ya con mi primera hija Luísa y a través de Janga, hice mi primera exposición individual en la ciudad con los grabados que había hecho en Curitiba y me invitaron a dar un taller de grabado en metal en el espacio de la Asociación de Artes Plásticas en la Aduana. Tenían un prensa pequeña y estuve allí durante seis meses. También hice la primera prueba para ser profesora de la UDESC, pero le dieron la plaza a la profesora Célia Antonacci. Quien me incentivó para ese y los otros intentos fue la profesora Yara Guasque, a la que conocía desde 1985, cuando hice un curso de litografía en la ECA/USP orientado por Garo Antreasian del Tamarind Institut, USA, y coordinado por Regina Silveira. Hice dos pruebas más: primero entró la profesora Nara Milioli, y después me tocó a mí, en 1998, sustituyendo a la profesora Dora que se estaba jubilando.
Pasaron diez años entre mi llegada a Florianópolis y mi ingreso a la UDESC. En aquel intervalo no produje arte, me convertí en mamá, ama de casa y auxiliar de mi marido en sus negocios. Cuando entré en el CEART, confieso que fue como caer de otro planeta dentro de un espacio donde tenía que retomar todo rápidamente. Fue fantástico. Me descubrí como profesora y comencé a propiciar el interés de los alumnos por el grabado, mostrándoles cómo de lindo es trabajar en ese medio. Y así continué. Pero tenía que hacer la maestría si quería concursar para ser profesora permanente. Empecé la maestría en Ingeniería de Producción y Sistemas en el área de Gestión de Diseño, bajo la orientación de la profesora Sandra Ramalho. Mis compañeros eran Álvaro Diaz, Edmilson Vasconcelos, Jorge Ferro, Michel Chapmann y Carlos Asp, o sea, artistas juntos, llevando el mismo curso. Y con un seminario que teníamos que presentar sobre Conciencia, nos decidimos por la Conciencia del Arte: como resultado del seminario y de la unión de los artistas salieron dos exposiciones, una en Criciúma y otra en Florianópolis. Como no podía ausentarme de casa por mucho tiempo, comencé a hacer xilografía para la exposición, una técnica que no dominaba. Produje una serie de matrices usando puertas. Ese fue un momento muy importante para mi, cuando descubrí que era dueña de lo que hacía. Esto me proporcionó el empuje en otros sentidos hacia el grabado, sobrepasando los límites de la producción en serie. Comencé a dialogar más con lo que el propio trabajo me mostraba y a aprovechar las fallas de impresión y de los restos que surgían en los momentos del grabado. Descubrí la posibilidad tridimensional de mi trabajo, hice libros de artista, también una especie de tapicería pegando tiras de recortes de copias impresas que no dieron buen resultado final. Hice tres exposiciones con esos trabajos, en Florianópolis, Curitiba y Criciúma. Eso fue en 2002.
Sandra Fávero. Sem título, 2014.
Todavía en la UDESC, ya como permanente, coordiné durante diez años el Proyecto de Extensión ‘Grabar Grabando Grabado’. El objetivo era llevar el grabado más allá de la UDESC, organizando propuestas de exposiciones que incluían a los integrantes del proyecto que producían en el taller durante encuentros semanales. El grabado nos llevó hacia el Libro de Artista y creamos otros dos proyectos para completar el medio. Invité a la artista, y en aquella época estudiante de Maestría de Programa de Pos Graduación, Marcia Regina de Sousa, para que nos enseñara a encuadernar. De la convivencia con ella surgió también una relación que resultó en una exposición: “Ideario para libros”, en la Galería de la UFSC, y un año después en “Ideario para Libros II”, en la Fundación Hassis, una exposición dedicada a los niños, en el sentido de promover el despertar hacia la producción y el entendimiento del medio. El mayor encanto de esos dos momentos fue ver el interés del público: más allá de la reunión de personas y la observación de los trabajos, fue la real interacción del público con los objetos expuestos, muy espontánea y verdadera; el público realmente interactuaba.
Otro proyecto muy importante fue el de investigación en colaboración con la profesora Maria Cristina Pessi, pensado para profesores del Instituto de Educación de Florianópolis, con el cual pude acercarme más a la situación de los profesores de arte en las escuelas, sus dificultades y obstáculos para desarrollar trabajos con contenidos más específicos de arte. En ese momento sentí la importancia de la formación, cualificación y constante producción para evitar repetirse monótonamente y que la calidad sea medida por los niveles más bajos. La vida de estos profesionales no es nada fácil, ni tampoco lo es lo mecánica que se va volviendo su actividad debido a la falta de tiempo que tienen para pensar y producir sus propios trabajos. O sea, ellos se separan de aquello que los llevó a esa área, lo olvidan, lo dejan de lado y, de una forma u otra, no conviven personalmente con la creación y la abandonan. Como resultado, la desconexión entre vida, arte y educación.
En la secuencia de proyectos dentro de la UDESC y con los alumnos, volví mi interés hacia el tema ambiental y también hacia los Libros de Artista. Hubo una exposición en 2005, dentro de la COMCAP, momento muy importante que compartí con los alumnos, con el profesor José Kinceler y la profesora Isabela Sielski del IFSC. Conseguí un galpón enorme que estaba en desuso y les propuse a los alumnos que hiciéramos una exposición donde el grabado pudiera conversar con el espacio, con la basura y sus consecuencias. Invité a Kinceler y a Isabela a participar. En aquella época Kinceler estaba iniciando sus estudios sobre el Arte Relacional e hizo un trabajo genial con la gente de la cooperativa de reciclaje que trabajaba ahí. Cada uno de ellos produjo un plato de cerámica e Isabela también participó de esa propuesta, así como el profesor Douglas de Diseño.
A partir de ese momento, comencé a prestar más atención a las cosas a mi alrededor, principalmente al espacio donde iba a caminar, la playa Daniela; el paisaje, los objetos de consumo que dejan abandonados en la playa o que llegan con la marea, la belleza y la basura, las reacciones de la naturaleza. Todo me encanta y me causa indignación al mismo tiempo.
Sandra Fávero. Sem título, 2012.
EB: En tu recorrido, ¿cuáles son los proyectos más significativos?
SF: Creo que todo lo que te conté hasta aquí y también lo que está debajo de la tercera pregunta, porque fueron relatados, son importantes y se mantienen vivos en mi memoria. Lo significativo de todos esos años es que se puede ver un camino que no es repetitivo, pero que conversa consigo mismo, extrae del diálogo material para nuevos trabajos y desafía a nuevas acometidas que sobrepasen los límites que al principio estaban tan restringidos a los dictámenes del grabado y de mi propia vivencia. Lo que siento y valoro es la relación que se da entre el arte y la vida; no veo forma de separarlas, por eso continuo y me muevo con muchas ideas que serán transformadas en trabajos, siempre movida, principalmente, por el hacer y por la observación de mi propio mundo y de lo que pasa fuera de él. Entonces, mi quehacer, las clases, los proyectos dentro de la Universidad nutren la dinámica de la producción, una cosas lleva a la otra. Creo que es un privilegio poder estar en este lugar y contar con los desafíos que de él resultan.
EB: Y en relación a tu propuesta de Doctorado ¿cuál fue tu motivación?
SF: Cuando entré al programa de Postgrado de la ECA en la USP en Poéticas Visuales, oí de mi orientador Claudio Mubarac: - “Ahora vas a volver al atelier, ¿verdad? Olvídate del proyecto y empieza a producir”.
Eso me creó un poco de aprensión, porque tenía muchas ideas en mi cabeza. Además, el gran monstruo del doctorado se desmoronó. De todas las ideas de trabajo que le mostraba a Claudio, dos pesaron bastante. O me sumergía en el grabado en metal a partir de lo que ya venía experimentando, o iba a buscar cuestiones que tuviesen que ver con la memoria familiar. Bien, opté por el grabado en metal y comencé a experimentar mucho. Rescaté placas de los años 80 y como ya estaba trabajando en investigaciones en la universidad, imprimía el verso de las placas y buscaba indicaciones que me llevaran a imágenes significativas. Me permití cortar las placas, sobreponer impresiones de imágenes, en fin, experimentar. La búsqueda de trabajos grandes siempre me encantó, creo que es una herencia de lo que ví en aquella época en Nueva York y también de las palabras de Maria Bonomi que dijo algo así como “Brasil es tan grande que es imposible trabajar con cosas muy pequeñas”.
Durante ese período, mis caminatas fueron más asiduas y siempre llevaba mi cámara o el teléfono celular para registrar lo que veía. En vez de volver los ojos al horizonte, ellos estaban siempre en dirección a la arena y los lugares de acumulación. Encontré muchas cosas, me “encanté” con ellas, las registré y las traje conmigo. Los grabados fueron tomando un camino que indicaba ese interés. Busqué trabajar con los colores que veía el paisaje, en los objetos, texturas, formatos. En definitiva, mi gran referencia para el proyecto continuó siendo aquel espacio, aquel pequeño paraíso, reserva ambiental, estuario, la Reserva Ecológica Carijós.
Sandra Fávero. Sem título, 2012.
La variación del tamaño de los grabados me llevó a optar por no presentarlos como trabajo final. Fueron fotografiados y digitalizados por el fotógrafo João Musa. A partir de los grabados digitalizados, me encontré con la posibilidad de configurarlos de la forma que yo quisiera. Así, la presentación final se convirtió en una caja que contenía un libro de artista en hojas sueltas que pueden ser “manoseadas” y que pueden salir de la secuencia original, un cuaderno con una ficha técnica de los grabados que estaban allí presentadas y un texto de presentación, en la primera parte. En una segunda parte, presenté una serie de 107 fotografías de los objetos y de los paisajes y también fotografías de una experiencia performativa con dos anteojos y objetos encontrados en la punta de la playa Daniela. Ese momento performático fue muy importante también. Hice las fotos para una asignatura del doctorado y el resultado me causó sorpresa e incomodidad al mismo tiempo, pues fue donde me vi como objeto artístico realmente: observar ahí mi figura, mi rostro ya un tanto envejecido, relacionándose con los propios objetos, arrugados, dominados por la fuerza de la naturaleza.
Puedo decir con mucha satisfacción que ese período fue muy importante en mi vida, todavía sigue siéndolo: encontré el programa, el orientador, los profesores, el jurado ideal. Sólo puedo estar agradecida. Creo importante citar los nombres de los profesores y artistas del jurado: Luise Weiss, Marco Buti, Bernadette Panek, Carina Weidler y Claudio Mubarac. Un jurado con artistas que respeto por la seriedad con la que conducen sus procesos y también una persona de rescate afectivo: llamé a Bernadette, y también a Carina, que había sido mi alumna en el atelier libre del Museo de Grabado y la que reencontré en la ECA durante los cursos.
El resultado de esa investigación intensa, con los originales producidos, pudo verse en el Museu Hassis en octubre de 2015 y ahora está expuesto en el Museo de Grabado en Curitiba. Este retorno, al espacio donde inicié fue una forma de retribuir y llevar una respuesta después de tantos años.
Sandra Fávero. Sem título, 2013
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Entrevistada por:
Elenice Berbigier tiene formaciónn en Dibujo y Plástica por la UPF (Universidad de Passo Fundo) y Especialización en Artes Visuales por la UDESC (Universidad Estadual de SC). Es artista plástica y está estudiando Arquitectura.