[Acerca de la exposición Malick Sidibé, Galería Saro León, Las Palmas de Gran Canaria, 10 febrero – 7 marzo 2012]
Toda reflexión occidental sobre el trabajo de un artista africano corre el riesgo de convertirse en una observación homogeneizadora que invisibilice las posibilidades multi-culturales, multi-políticas y multi-estéticas, de un continente sincrético que se encuentra (por suerte) aún en el albor de la globalización. Pero la cosa se complica al hablar de arte africano contemporáneo. Como señalaría Xosé María Lens, es necesario acabar con la idea de que el arte contemporáneo constituye una continuación de la vanguardia occidental (Mapas del Arte Africano, El País, 31 junio 2010). Más acertadamente, me quedaría con la idea de Roland Barthes de que lo contemporáneo es lo intempestivo.
Mientras la fotografía se constituye en occidente como institución de la verdad, institución que articula el storytelling oficial que representan los media; el encuentro de Malick Sidibé (Mali, 1935) con este medio tradicionalmente blanco, ofrece la posibilidad de una fotografía inesperada. El trabajo de Sidibé se presenta como una forma de acercamiento personal a lo real, gracias al uso subjetivo del dispositivo de registro, donde altera el punto de vista bien para hacerse partícipe del acción (Regardez moi, 1962), bien para censurar el rostro del retratado (Serie Morning Back View, 1968). Su fotografía se sitúa fuera de los esquemas de la práctica fotográfica estandarizada, fuera del campo hipnótico del fotoperiodismo global. Ello le permite pactar con una realidad no oficializada, reservada a la cotidianidad del álbum familiar generado en el estudio de barrio.
Esta actitud viene a unirse a cierto empuje de la fotografía contemporánea que tiende a desvincularse del régimen documental; prácticas para-documentales que exploran formas de imágenes más próximas a una realidad periférica contextualizada, preocupadas en anotar aquella vida que existe más allá del acontecimiento, apostando por las posibilidades de autonomía que ofrece el margen. Ya pudimos ver buen número de trabajos de este tipo en la exposición Antifotoperiodismo (La Virreina Centre de la Imatge, 6 julio – 10 octubre 2010) y constatar el surgimiento de un nuevo paradigma visual.
La práctica documental convencional ha evidenciado su incapacidad para desplegarse como un atlas de imágenes heterogéneas que muestre la complejidad de una serie de problemáticas globales contextualizadas. La fotografía de Malick Sidibé visibiliza las contradicciones en torno a ciertas aspiraciones occidentales de una juventud estigmatizada por el colonialismo; y la resistencia de unos códigos de expresión y un territorio propios. La adaptación que se inicia en los años sesenta de la población rural malí en la ciudad postindustrial, ha alcanzado el debate actual en torno a los diferentes conflictos ocasionadas por el avance de la globalización en este lugar, tema central en la última Bienal de Bamako.
También es una práctica para-documental la construcción de archivos. La incesante labor archivística a la que artistas contemporáneos se dedican en la actualidad, no hace sino evidenciar la pluralidad de historias de la vida en un mundo infinito y la imposibilidad de poseerlo (¿representarlo?). Malick Sidibé organiza en sus cuadernos el material fotográfico anotándolo, interviniéndolo, actualizándolo. Como hemos visto en el reciente trabajo de Iñaki Bonillas (La Virreina Centre de la Imatge, 24 febrero – 6 mayo 2012), cabría incluso replantearse la necesidad de generar obra nueva frente a la posibilidad de producir conocimiento con materiales ya existentes.
El trabajo del fotógrafo que acoge estos días la Galería Saro León, bien podría considerarse una superposición de diferentes tradiciones negras como la oral y la danza, que se constituye, a través de lo visual, como una cartografía del negrismo de los años de la euforia post-colonial, de aquella juventud impregnada de optimismo (lo que algunos han querido ver como una Dolce Vita Africana[1]), rescatada por el artista en un intento de evidenciar la memoria para poder proyectar un futuro, como en un ejercicio de Estilo Indirecto (Bòlit Centre d’Art Contemporani, 10 febrero – 29 de abril 2012).
[1] Cosima Spender, Dolce Vita Africana, Francia/Reino Unido, 62’, 2008.