La casa que enloquece | LUCILA VILELA

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Asterix y Obelix, personajes creados por Albert Uderzo y René Goscinny, deben pasar por una simple formalidad administrativa. Sin embargo, ellos tendrán que enfrentar la casa que enloquece. Así empieza la saga burocrática en la animación “Asterix, las doce pruebas”, de 1976. El guión, irónico y crítico, presenta una situación que, a pesar de haberse escrito en los años 70, es de absoluta actualidad. Los personajes Asterix y Obelix se enredan en las amarras irracionales de los procesos burocráticos y sufren los efectos psicológicos, llegando al límite de la locura. Pero la astucia de Asterix vuelve el hechizo contra el hechicero, culminando en un gran desenlace. Así, el humor es alcanzado justamente en este proceso de identificación: al final ¿ quién no ha pasado nunca por una historia de esas?

El modelo de organización burocrática presenta lo contrario de lo que ocurre en la práctica: eficiencia, precisión y rapidez eran los objetivos de la Teoría de la Burocracia, formulada en los años 40 con base en las ideas de Max Weber (1864-1920), sociólogo alemán creador de la Sociología de la Burocracia. El término etimológicamente viene del francés bureau (escritorio) + krátos (poder) del griego; así la palabra burocracia anuncia el ejercicio de poder por medio de los escritorios. La burocracia inicialmente tuvo como principio la racionalidad a fin de alcanzar los objetivos a través de la eficacia, pero algo falla en este tipo de organización.

“Asterix, las doce pruebas” acierta porque analiza el aspecto psicológico de esa estructura. Principalmente cuando existe una atención al público, es común toparse con una especie de sadismo en el que el sujeto que tiene el poder proyecta micro-agresividades en el intento de compensar insatisfacciones personales. La impersonalidad exigida por el sistema de organización burocrática tal vez sea uno de los factores que perturban ese orden. Regida por sistemas y normas, la burocracia utiliza un método esencialmente mecánico e inflexible. Muchas veces la importancia de la normativa ultrapasa los objetivos, lo que ha dado origen a una irónica expresión popular en Brasil: “¿si se puede complicar, por que facilitar?”

Se percibe entonces una inversión de la supuesta lógica burocrática. Raciocinios primarios y gestos automáticos exhiben una falsa educación, bloqueando el diálogo. El criterio mecánico de la teoría fue bien expuesto en el principio de su implantación, en los 40, cuando el crecimiento de fábricas y empresas requería un nuevo sistema administrativo. Hoy, evidentemente perdura la necesidad de establecer un modelo de organización, sin embargo cabe cuestionar si ese modelo es compatible con el pensamiento contemporáneo.

Aparentemente, la burocracia a lo largo de los años se ha vuelto un sistema confuso y enrevesado donde la lentitud y la acumulación de papeles innecesarios contradicen la eficacia pretendida. Las personas pierden horas y horas en largas esperas para tener sus documentos en orden, para probar y confirmar su existencia y sus actos ante la sociedad. Esa maratón acompaña al individuo desde el nacimiento. En la música Identificação del cantante y compositor Tom Zé, ese aspecto se trata con irreverencia y lucidez apuntando la complicación de ser un organismo vivo en el mundo: “um zumbi sem sepultura\classificado, numerado\é o cidadão bem-comportado” (un zombi sin sepultura\ clasificado, numerado\ es el ciudadano bien comportado).

Pero es por la necesidad de control y por el continuo aumento de la populación que el bien comportado y, por tanto, conformado ciudadano se vuelve rehén de la burocracia. En los desplazamientos entre países el problema se agrava: una enormidad de papeles y certificados son exigidos por el sistema como si la persona recibiera una recompensa después de superar un castigo. ¿Cómo controlar, proteger, adiestrar esos cuerpos en constante movimiento? ¿Por qué ese sistema interfiere en el estado de ánimo de las personas que lo necesitan?

Muchas veces un estado irritable es provocado por la sensación de impotencia provocada por la rigidez burocrática, contraria a la innovación. Ese hecho resulta en un sistema estacionado y cerrado, incompatible con la velocidad de los cambios actuales, donde el diálogo es inexistente y su raciocinio llega a la abstracción de un entendimiento lógico; incomprensible e incontestable. Un sistema donde el sadismo impera y los efectos secundarios interfieren en la sanidad mental del sujeto. Obelix casi no consigue escapar.

La acidez e ironía contenidas en manifestaciones humorísticas no pueden ni deben ser ignoradas. Al final, tragedia y comedia casi siempre caminan juntas y con ellas una buena dosis de crítica. Asterix y Obelix, en “las doce pruebas”, hablan de una casa donde la confusión y la acumulación de papeles, agravadas por la impersonalidad, contribuyen al enloquecimiento mundial. La solución ideada por Asterix en el desenlace de la historia es extremadamente eficaz: el personaje altera lo previsible del comportamiento humano, inventando un nuevo documento y alterando el juego. Así, alcanza fácilmente su objetivo y consigue salir sano y salvo dejando a los otros atrapados en su propia locura.

Casi un siglo después de la implantación del modelo weberiano, se percibe la necesidad de repensar ese sistema. Si inicialmente el modelo contribuía al desempeño de las funciones administrativas, hoy se nota la complicación y la falta de claridad en la eficiencia, provocando neurosis en muchos individuos. Lidiar con seres humanos es un poco más complejo que accionar un sistema de máquinas. En este sentido se hace necesario asumir la crisis del modelo burocrático para concebir una nueva organización social, pues “la poción mágica no sirve aquí”.