Visualizando el "Espacio Hertziano" | MARISA GÓMEZ

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I

Durante siglos, los humanos nos hemos desenvuelto en nuestro entorno únicamente gracias al conjunto de sistemas sensoriales biológicamente desarrollados para este fin. Sin embargo, a medida que hemos ido construyendo herramientas tecnológicas, el modo de aproximarnos al entorno se ha transformado. Y lo han hecho no sólo a nivel pragmático, sino también porque estos dispositivos han ampliado los límites de nuestra percepción, revelando aquello que hasta entonces nos había sido imperceptible porque no puede ser aprehendido mediante impresiones sensoriales directas.

Las múltiples intuiciones científicas que apuntaron a la existencia de ciertos tipos de fuerzas y partículas invisibles espolearon, especialmente a partir del siglo XIX,  el desarrollo de sistemas tecnológicos capaces de captar, medir, y visualizar esas fuerzas y partículas. Esto permitiría no sólo comprender su funcionamiento, sino también explorar sus posibilidades prácticas y trabajar en su interior, manipulando y redefiniendo estos universos invisibles hasta hacerlos formar parte, ahora de modo consciente, del mundo a escala humana.

Este es, en términos tecno-cientificos y de historia del conocimiento, un breve relato de cómo los genes, las partículas cuánticas o los agujeros negros se han convertido en protagonistas de un nuevo modo de entender y explicar la realidad. Es también un breve relato de cómo las ondas de radio – aquellas que pueblan la parte menos energética del espectro electromagnético – se han convertido progresivamente desde su descubrimiento y a través de su visualización y manipulación, en “espacio hertziano”, en la infraestructura inmaterial que sustenta nuestro actual universo de telecomunicaciones y, por tanto, la actual estructura de nuestro sistema socio-cultural.

 

II

Se ha discutido mucho en las últimas décadas acerca de cómo la aparición de espacios y redes virtuales de comunicación ha alterado profundamente nuestra concepción del espacio y los modos en que nos relacionamos con él. Por ejemplo, el “espacio de los flujos” definido por Manuel Castells como opuesto al “espacio de los lugares”, resultaría del hecho de que todas las lógicas culturales de la sociedad actual se articulan en función de este espacio virtual de comunicación, el Ciberespacio. Como éste no posee forma ni dimensiones, genera una imagen y una organización del espacio material basadas en la fluidez y la movilidad[1].

Sin embargo, como explica Anthony Dunne, creador del término “espacio hertziano”, “mientras el Ciberespacio es una metáfora que espacializa lo que ocurre en los ordenadores distribuidos por el mundo, el espacio de la radio es actual y físico, aunque nuestros sentidos puedan detectar sólo una pequeña parte de él”[2]. Se trata de un espacio inestable, definido a partir de las diferentes longitudes de onda y frecuencias que surgen de la interacción con el paisaje natural y artificial. Por tanto, el espacio hertziano no es únicamente el conjunto ondas radioeléctricas invisibles que fluctúan a nuestro alrededor, sino el espacio que surge de nuestra propia interacción con esas ondas; una interacción que se articula a través del uso de diversos dispositivos electrónicos. Así, el espacio hertziano es un espacio híbrido entre lo visible y lo invisible, artificialmente modelado a partir de la proliferación de dispositivos tecnológicos.

Precisamente a partir de esta proliferación de dispositivos tecnológicos y especialmente en relación al auge de las redes inalámbricas de telecomunicación, junto a los discursos sobre cómo los medios digitales han alterado nuestra comprensión del entorno material al generar sus propios tiempos y espacios virtuales, se ha desarrollado un creciente interés por las ondas radioeléctricas y cómo su funcionamiento, gestión y manipulación han redefinido y siguen redefiniendo el mundo en que vivimos a nivel formal, estético, social y conceptual. La propia aparición del término “espacio hertziano” da cuenta de este interés y de los intentos de analizar la imbricación del universo de las ondas electromagnéticas con los modos en que nos relacionamos en y con el espacio físico.

 

III

"The Bubbles of Radio", Ingeborg Dehs Thomas, 2007. Una visualización del espacio hertziano

A lo largo de todo el siglo XX, los artistas han explorado el espacio hertziano, contribuyendo a cartografiarlo, a definir su compleja topología y a hacerlo perceptible empleando las ondas de radio como material creativo. La Radia futurista, los trabajos de Stephen Mcgreeve, Alvin Lucier o John Cage, o propuestas más contemporáneas como las de Radioqualia o Bestiario, Ingeborg Dehs ThomasUsman Haque o Gordan Savicic – entre otros muchos proyectos que involucran medios locativos o sistemas como la realidad aumentada – son ejemplos de ello. Son ejemplos de cómo las prácticas artísticas se ha aproximado a las dimensiones estéticas, políticas o sociológicas de este entorno invisible mediante diferentes estrategias visuales, sonoras e incluso táctiles.

 

"SkyEar", Usman Haque, 2004

Cuando uno visita la exposición “Campos Invisibles: Geografías de las Ondas de Radio”, comisariada por José Luis de Vicente y Honor Harger y recientemente inaugurada en el Arts Santa Mónica[3], quizás espera encontrar un recorrido por esta historia de las relaciones entre el arte y las ondas radioeléctricas.

Sin embargo, la exposición se concibe más bien como una aproximación interdiscipliar que contempla las dimensiones estéticas del “espacio hertziano” desde la perspectiva contemporánea, pero también las diferentes dimensiones socio-políticas y comunicativas vinculadas a éste. Se concibe pues, según los propios comisarios, como un “observatorio” que ofrece a los visitantes la posibilidad de percibir el espectro radioeléctrico, de cuya existencia y funcionamiento somos en general muy poco conscientes. Se trata, en definitiva, de “visualizar” literal y metafóricamente el espacio hertziano.

Para ello, la exposición se ha organizado entorno a diferentes bloques temáticos que nos conducen desde la toma de conciencia de la existencia material del espectro radioeléctrico – bien visualizando las propias ondas de radio con proyectos como los de Semiconductor o bien experimentando el “silencio radioeléctrico” que proporciona una jaula de Faraday – hasta la posibilidad de crear ondas. A través de diferentes talleres,  podemos construir de aparatos de radiodifusión con Luthiers Drapaires,  participar en redes ciudadanas como Güifi.net o explorar el lejano ámbito de los satélites de la mano de Plataforma Cero (Laboral Gijón).

Entre estos dos polos, el recorrido nos aproxima a la dinámica de las ondas radioeléctricas en el espacio urbano – mediante el Observatorio de Clara Boj y Diego Díaz o Light Painting Wifi de Timo Arnall –, a las tensiones geopolíticas vinculadas a la regulación del espectro – que nos muestra, por ejemplo, Lozanno-Hemmer en Frequency and Volumeo a esos puntos más oscuros del espectro controlados por el ejercito o los servicios de inteligencia explorados a través de proyectos como Twillight Immunity Museum de Jon Ramos o Skundra Signal.


IV

El espacio radioeléctrico ha sido divido, privatizado y organizado según una infraestructura que responde a intereses comerciales y de control. Tomar conciencia de la existencia y las dinámicas del “espacio hertziano” es, quizás, el primer paso para poder reconocerlo como un verdadero espacio de dominio público. Como nos muestra esta exposición, y como nos has mostrado otras como “Reclaim the Spectrum” (2006), artistas, diseñadores y activistas, han sido los primeros en comenzar a apropiarse de este espacio para reelaborarlo y subvertir sus usos[4].

Observando la tendencia de la comunicación de muchos-a-muchos, que se dirige cada vez más a la producción de contenidos (Do it Yourself) compartidos y libres – la evolución de Internet hacia la Web 2.0 y la “Nube” en paralelo al creciente desarrollo del software libre o prácticas como el crowdsourcing o el crodfunding son un ejemplo de ello – cabe preguntarse si llegará un día en que cualquier persona pueda hackear y reelaborar el espacio de las ondas de radio para convertirlo, sin mediación, en un espacio realmente público.

La condición de “observatorio” y las posibilidades de experimentar en este terreno que nos ofrece “Campos Invisibles” parecen acercarnos un paso más hacia este escenario posible.  La pregunta que obligada entonces es ¿cómo serían nuestro universo de información, nuestro espacio material y nuestra sociedad si la ciudadanía llegase a controlar libremente el espacio hertziano? ¿qué tipo de prácticas comunicativas y socio-culturales surgirían? Aunque no pudiésemos siquiera aventurar una respuesta en términos prácticos, algo es seguro: serían muy diferentes a los que ahora conocemos.

 


[1] Ver: CASTELLS, Manuel, La Era de La Información. La Sociedad Red. Vol. 1. Madrid: Alianza Ed., 2005,

[2] DUNNE, Anthony, Hertzian Tales: Electronic Prducts, Aesthetical Experiencie and Critical Design. Cambridge Massachussets: MIT Press, 2005 (1999), pág. 101.

[3] Más información sobre la exposición en la Web del Arts Santa Mónica y de Lighthouse Brighton, centro que la coproduce.

[4] Más información sobre "Reclaim the Spectrum", aquí.