El poder de los objetos | EULALIA VALLDOSERA

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…es una muñeca espacial que venía con una tarjeta y decía, y decía exactamente, decía: “hola, soy tu nuevo bebé” “pero provengo del espacio” “mi planeta ha explotado” “y hasta que no nos ubiquen en otro planeta” “quiero que tú me cuides”. Recuerdo que la quedé mirando y pensé: “qué ojos más tristes y más feos tienes”, digo “bueno, serán como los míos porque yo también vengo de otro planeta”…

[OLGA – muñeca de peluche]

…le vi la cara como tan mona, tan blanca, tan fría, tan triste y pensé: “será mi alma que está aquí, la tendré conmigo mientras viva y el día que me muera que la entierren conmigo”…

[OLGA-ardilla de cerámica]

…tú tienes lo que tú usas.  Y lo que tú no usas tú no lo tienes… [ALEJANDRA]

…hay cosas si, sentimentales, emocionales.  Por ejemplo, ¿qué otra cosa yo tengo en mi vida? Un piano, que está en casa de mi mamá y que nunca he permitido que lo venda.  Pero yo no soy pianista… [ALEJANDRA]

(extractos del audio de INTERVIEWING OBJECTS #2_OBJETOS MIGRANTES, 2008)

 

 

Objetos

Nuestros hogares estan poblados de objetos que de manera más o menos consciente hemos elegido para que nos acompañen, incluso para que nos representen. Nos dan seguridad, nos identificamos con ellos, nos nutrimos de su presencia auqnue esllo supinga una dependencia no explícita, no admitida por nuestros principios. Lo que si podemos afirmar es que estos objetos potencian nuestro “estar“, son la máxima expresión de un modo de apropiación del lugar que habitamos, y lo transforman en el lugar donde uno se siente más protegido.

Estos objetos almacenan información sobre sus poseedores. Funcionan como llaves precisas de nuestra memoria y, por tanto, forman el archivo de nuestro poder personal. Conscientes o no del discurso, secreto o no, que alberga cada una de las cosas que poseemos, nuestras cosas son como los miembros olvidados de ese segundo cuerpo en el que se convierte nuestra casa. Nos sentimos obligados a protegerlos, a nutrirlos incluso, para que sigan preservando nuestra identidad a pesar de las circunstancias cambiantes de nuestro devenir. Obviamente nuestros objetos tienen una historia propia que los hace en cierta forma autónomos respecto a nosotros. Pero la razón última que nos lleva a reconocer que existe una cierta dependencia para con ellos es su capacidad de reactivarnos determinadas situaciones vitales propias en las que nos reconocemos y que forman el discurso de nuestra existencia.

 

Entrevistas

Mis entrevistas siguen un principio muy sencillo: pido a una persona entrar en su casa con mi cámara para entrevistar sus objetos. Filmo sus cosas con la condicion de no grabar su persona, pues de ella sólo me interesa su palabra. Ella es pues la extensión de sus cosas. De este modo, al colocar al objeto entre ella y yo, al convertirse el objeto en mediador, la persona entabla una relación sincera con la cámara. Asimismo el medio del video actúa como un detonante de contenidos considerados privados e invisibles a los demás, y a menudo ocultos también a sus propios poseedores puesto que nunca antes habían sido preguntados sobre ellos. Agradecido, el entrevistado se transforma en autor –en artisa- de sus creaciones: sus objetos. Toda creación artística densificada en un objeto que es exhibido, permite al espectador revivir la información que posee. Del mismo modo, compartir el discurso sobre nuestras pertenencias nos hace partícipes de su poder, pues altera nuestra percepción. No obstante también algunos de sus objetos suelen delatar todo tipo de máscaras de su poseedor, contradiciendo su estatus social, su experiencia psicológica y su biografía.

 

Desplazados

Son tres las entrevistas seleccionadas de entre las numerosas realizadas en el año 2001 a inmigrantes o extranjeros residentes en mi ciudad, Barcelona. Los objetos necesitan de un espacio aparentemente fijo, delimitado, el territorio del hogar. Y si hablamos de hogares nómadas, hablamos de objetos híbridos, fruto del cruce cultural que experimentan sus poseedores. Aquellos que han experimentado un cambio de residencia conocen mejor que nadie el poder de los objetos. Quien ha tenido que desprenderse de sus propias pertenencias necesita restaurar su identidad mediante aquellos objetos que encuentra por el camino. El migrante accede a una profunda comprensión de la capacidad mediadora de los objetos en su proceso de re-identificación en el nuevo lugar de residencia.

Las historias de estas tres mujeres hablan de un doble desarraigo moral y emocional, por causas diversas, como si en su vida privada los acontecimientos vividos les hubieran recordado, en otro plano, que ellas huían de su tierra: la enfermedad de Olga (chilena), la dependencia matrimonial de Khadija (marroquí), y la pérdida accidental de las pertenencias de Alejandra (cubana), son los tres fenómenos que recorren subliminalmente la narración más explícita de sus migraciones.

Los objetos son la expresión del ancestral instinto de pertenencia al territorio. No es tanto una reflexión sobre la identidad del ser humano mediante su proyección en el paisaje privado de la casa, como una reflexión sobre la manera en que se construye el poder personal, plagado de hitos, de retos y amenazas a la vida misma, y cómo los objetos se hacen necesarios en esa construcción. Los objetos de estas mujeres nos hablan ampliamente de su sentido de la pertenencia, no sólo al lugar de origen, sino a su grupo y a sus creencias, y sobretodo, nos comunican su fe.

 

Mapas ocultos

“Objetos migrantes” es el segundo de una serie de videos que vengo realizando desde 1997. En el primero de los videos mi objetivo inicial fue crear, más allá de una enumeración de categorías que definieran los objetos comunes o no a todas nuestras casas, un mapa que mostrara la diversidad de relaciones que solemos establecer con nuestros objetos. Un mapa de los luggares comunes, que nos guiara en el paisaje ínitmo de cualquier casa.  A su vez, esas relaciones abordaban una visión antropológica, etnográfica, sociológica e inlcuso psicológica de sus poseedores. Para empezar escogí personas afines a mi entorno laboral, represenantes de los diversos escalafones que lo componen. Entrevisté a una coleccionista de arte residente en Brujas, a una comisaria residente en Varsovia y a un artista de Gante que me proporcionaron el material con el que fabriqué unas primeras categorías comparativas que organizé en un esquema verbal que me sirvió para ordenar sus intervenciones.  Sin hablar de Arte, y sólo a traves de sus posesiones más personales y cotidianas, esos personajes logran proyectar el modo de entender su propia función en el sistema artístico. El coleccionista posee, el comisario decide, el artista crea.

En “Objetos migrantes” la clasificación de objetos és mucho más simple, más rotunda. El entrevistado es mucho más consciente de los lazos que le unen a sus cosas, porque ha tenido que superar una pérdida, no sólo de sus cosas, sino de su entorno, su familia, su papel reconocido en la sociedad de la que proviene. En su narración reconoce sin tabúes la fuerza espiritual que subyace en los objetos que apenas tienen valor. Lo que era un acto de rechazo en los europeos que siempre han vivido en su lugar de orígen, la expresa dificultad de admitir que existían unos lazos internos hacia sus propios pobjetos, los objetos descritos por las personas desplazadas devienen un acto poético, un acto de fe. Al experimentar la desposesión, el inmigrante opta por la adopción de objetos de culto, que señalan la fe en uno mismo, en la comunidad, por encima de los objetos que designan posesión de un lugar, de un reconocimiento social.

Y la investigación prosigue. Mi próximo objetivo es hacer una comparativa entre ese tipo de objetos creados por uno mismo, adoptados y dotados de un poder casi mágico –llamados objetos de culto, de un culto profesado y reconocido- con otros que cumplen esta misma función pero de un modo totalmente inconsciente o no reconocido por su autor-poseedor.

 

 

Eulàlia Valldosera, 2010